Un auténtico lobo de mar

  • Un auténtico lobo de mar
  • Un auténtico lobo de mar
  03/04/2022
El calpino Joaquín Roselló capitaneó barcos de pesca en Argelia, Costa de Marfil, Nigeria y Camerún

Siempre se ha dicho que la experiencia es un grado y tenemos un refrán en el mismo sentido, aquel que dice que Más sabe el diablo por viejo que por diablo. Con esta impresión te quedas tras una amigable charla con Joaquín Roselló, de Calp, un auténtico lobo de mar que dejó su tierra natal para recorrer medio mundo y ganarse la vida como capitán de barcos de pesca. El oficio le viene de herencia y comenzó de bien joven arreglando las redes en tierra firme. Sabía llevar un timón y, por eso, fue destinado a Cartagena cuando hizo el servicio militar obligatorio de dos años. Allí estaba la base de los submarinos y él aprendió en el General Mola con prácticas reales tanto en superficie como en inmersión.

            Después de dos años de estudios en la Escuela Náutica de Valencia obtiene el título de Patrón de Pesca de Altura, gracias a una beca de 1.500 pesetas al mes, lo que hoy serían 10 euros. Era el año 1963 y se embarca de patrón en el Petrel, pescando entre Calp e Ibiza, con muchas noches fondeando en la isla de Tagomago, según recuerda.

            Dos años más tarde, en 1965, se hacer cargo del timón del Pepita Carmen, un barco de mayor calado que pescaba gamba roja en Argelia, en la zona de Orán, Mostaganem y Béni Saf, de abril hasta octubre. Roselló comenta que “vivencias y anécdotas hay muchas y, además, algún que otro temporal en la mar del que nos escapamos”. “En 1966”, nos cuenta, “pescando cerca de Orán, fuimos a puerto y, en el mismo muelle, había muchos españoles que querían salir, pues Argelia había cogido la independencia, gente de la Marina Alta, que habían huido de la Guerra Civil, y de otras provincias”. “Nos llevaron a la Casa de España”, continua, “e hicimos una comida de hermandad, ya que traíamos pescado y gambas en el barco. Allí nos juntamos 150 personas, siempre hablando de la añoranza de la terreta”. La bandera de España y la de la República presidían el salón.

            A los 38 años, fruto de su espíritu emprendedor e inquieto, Joaquín busca nuevos horizontes con la empresa Pescavensa e inicia un periplo laboral y vital por tierras –y mar, claro- de África, con paradas en Costa de Marfil, Nigeria, Camerún, isla de Fernando Poo y Guinea Ecuatorial, con barcos congeladores de marisco, sobretodo langostinos y gamba blanca. El sistema de pesca era el americano denominado Tangón, en el que se podía llevar dos artes de pesca en el mismo lance. “Fuimos pioneros en este tipo de pesca. De estas cajas de cartón con marisco que hay hoy en los supermercados, nosotros ya las utilizamos y de eso hace más de 45 años”, apunta Roselló.

            En los barcos tenían aire acondicionado y una potabilizadora de agua salada. Esta etapa laboral, “en la que ganaba mucho dinero”, apunta, duró 18 años. Pescaba durante cinco meses seguidos y después estaba mes y medio de descanso en casa. “Íbamos y veníamos en avión, con relevos en las tripulaciones, mientras el barco seguía pescando”, recuerda. Una tripulación, por cierto, con muchos españoles, gente de la mar, y con mano de obra local, “los morenos, como les llamábamos nosotros”. Y la lengua de comunicación era, sorprendentemente, el castellano “porque ellos se acoplaban a nosotros y aprendían muy rápido”, comenta el capitán.

            En aquella época, los barcos no contaban con los completos sistemas de comunicación y navegación de ahora. Había que hacer uso de mucho oficio, de la experiencia y, muchas veces, de la improvisación para salir airoso de los imprevistos de la mar. “Utilizábamos el sextante y, conociendo la elevación del sol y la hora día, determinábamos la latitud”, subraya Roselló. “Uno de los que tengo todavía, una auténtica joya artesanal, se lo compré a un capitán ruso, que hubiera vendido el barco entero porque no tenían un duro”, recuerda con una sonrisa.

            Roselló tuvo ofertas de trabajo para marchar a Australia pero no las aceptó. A los 55 años, su mujer, María, le dijo aquello de “ya está bien” y se jubiló. Ahora, con 84 años, se dedica a la agricultura, porque no puede estar quieto. “Todo en la vida”, indica, “es tener un poco de suerte en el destino que nos depara, cuidarse un poco y quedarse con las cosas positivas, no hay más”. Estuviera dónde estuviera, “siempre llevaba en mi corazón a mi patrona, la Virgen del Carmen”.

 

“LAS COSAS HAN CAMBIADO MUCHO”

 

            El sector de la pesca pasa por un momento crítico. La semana pasada, sin ir más lejos, las barcas se quedaron en puerto porque la gente de la mar protestaba por el precio del gasóleo. Además, las directrices europeas limitan el número de días para salir a faenar para evitar la sobreexplotación de los caladeros. “Las cosas han cambiado mucho”, asegura Roselló, “pero creo que son situaciones que vienen, de tanto en tanto, y se superarán”. “En todo caso”, añade, “no se hubiera tenido que llegar tan lejos porque todo el país está parado y el gobierno tenía que haber reaccionado antes, tanto con los pescadores como con los transportistas”.

<<< Volver a la portada