Fobias

  01/03/2013

Verónica Monsonís (*)

Llamamos “fobias específicas” o “fobias simples” a aquellos miedos irracionales y exagerados hacia objetos o situaciones concretas. En los más pequeños, las fobias más habituales tienen que ver con animales, personal médico o la oscuridad. Sin embargo, lo habitual es que a medida que el niño crece, estas fobias van desapareciendo.
 Cuando hablamos de “fobia social” nos referimos al miedo irracional y desproporcionado a actuar de una manera humillante o a ser evaluado en situaciones en las que debemos relacionarnos socialmente con personas que no pertenecen a nuestro ámbito familiar. En esta categoría entrarían las fobias a exámenes, hablar en público (leer en voz alta, contestar o hacer preguntas al profesor, etc.), ir a fiestas, comer y beber en público, hablar con figuras de autoridad y asistir a reuniones o juegos con otros niños.
 Normalmente el niño teme que noten que está nervioso, le tiemblan las manos, suda, tartamudea..., es decir, cualquier síntoma que delate su ansiedad. Cabe destacar que el niño que tiene alguna característica física diferente del resto de los otros niños como sobrepeso, manchas en la piel o alguna minusvalía física, tienden a estar más predispuestos a desarrollar una fobia social, por el temor de que se burlen o rían de ellos, los excluyan de su grupo de iguales o piensen que son “diferentes” del resto. Estos niños tienden, además, a tener una baja autoestima y a sentirse inferiores a los demás. Son características que si no se tratan con cuidado y se trabajan desde la infancia, repercutirán en la etapa de la edad adulta.
 Para diagnosticar una fobia social habrá que tener en cuenta si ese miedo tan intenso que sufre el niño, adolescente o adulto, llega a interferir en algún aspecto de su vida, no dejando que realice su rutina normal diaria.

(*) Psicóloga. Master en Psicología Clínica.

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