Hacia la tranquila concentración del Yoga
"Como no vacila la llama de una lámpara
en un lugar en que no sopla el viento,
esta es la imagen que se aplica al yogui"
(Baghavad Gîtâ)
Yoga significa unión. El Yoga aspira a la concentración mental de la persona, a la unión de todas las energías dispersas que nos habitan y que constantemente andamos dilapidando. De ahí que en el Yoga cuando nos ejercitamos físicamente mediante las âsanas estemos igualmente entrenando nuestra mente, dirigiéndola o tratando de dirigirla hacia la concentración, la atención, el equilibrio. Y viceversa: aquellas personas que se sientan a meditar están a la vez favoreciendo un mejor funcionamiento de su organismo físico y una mejor salud en general, ya que, aunque nos parezca que la meditación es, por llamarla así, una tarea meramente mental, la realidad es que ejerce un poderoso efecto benéfico y sanador a numerosos niveles en el conjunto del organismo humano.
Es cierto que, en principio, esa concentración mental que se persigue no es fácil de alcanzar. Es, en realidad, muy difícil. Pero también es cierto que a base de práctica y de paciente persistencia es posible ir venciendo cada uno de los obstáculos que nos van surgiendo en ese camino. Les he oído decir o les he leído a algunos de los más renombrados profesores de Yoga tanto de la actualidad como del pasado que todo ser humano tiene la posibilidad, la capacidad de conseguir ese estado de tranquila concentración plena y unidireccional, aunque la inmensa mayoría de personas están convencidas exactamente de lo contrario, de que eso no es posible.
Y por eso muchas personas, cuando se enteran de que soy profesor de Yoga, me aseguran, creyendo que así se están justificando de pleno:
-Yo no voy a clases de yoga porque tengo una mente y unos nervios que no paran ni cuando estoy durmiendo... si es que me dejan dormir.
Parece que no se dan cuenta de que esa es la mayor parte del trabajo de profundidad en el yoga, de que el yoga ha ido creando y descubriendo innumerables técnicas y métodos de enorme precisión justamente para eso, para ir, de forma gradual, serenando, aminorando esa tan frecuente hiperactividad mental hasta poder, finalmente, alcanzar un grado sumo de agradable concentración, de saludable, equilibrada y clarificadora concentración sin la menor tensión. Ese es el principal objetivo del Yoga.
Hace alrededor de dos mil años el gran sabio Patañjali lo definió en su memorable obra los Yoga-Sûtra de la siguiente manera: "El Yoga es la aptitud para dirigir la mente exclusivamente hacia un objeto y mantener esa dirección sin distracción alguna".
Y, ¿por qué es esto tan importante? Porque, según los yoguis más destacados, nuestra mente está casi todo el tiempo en estado de distracción, de dispersión y a merced de esos tan habituales vaivenes del nerviosismo y de la aceleración más o menos neurótica o, por el contrario, a merced del torpor de la somnolencia y, viceversa, de la somnolencia, el sopor, los decaimientos anímicos o las exaltaciones de muy variada índole salta al nerviosismo disperso, distraído, embotado y a la apatía y por ahí no cesa el ser humano, en ese ir y venir, en ese subir y bajar, de derrochar sus mejores energías, la riqueza de su potencial verdaderamente inmenso, casi inexplorado.
Sin embargo, cuando ya por fin el practicante de Yoga va paulatinamente consiguiendo encauzar todas esas energías malgastadas y las va con tino y paciencia dirigiendo hacia la relajada y sostenida concentración, todos esos múltiples vectores hasta entonces dispersos, inconexos, mayoritariamente estériles, se unifican en una fuerte línea estable de concentración que acaba deviniendo en ese estado de serena lucidez, de claridad, llamado Yoga.
Y para terminar unas palabras de TKV Desikachar: "Este proceso se convierte en interior, profundo y sutil. Cuando la concentración es muy sutil, se llega a un punto en que comprendemos que hemos entendido. No hay duda".
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(*) Profesor de Yoga.