La alimentación de los niños en verano: intervención inexcusable

La alimentación de los niños en verano: intervención inexcusable
  12/07/2020
Por Nico Haros

Los niños han pasado por mucho estrés durante el curso escolar, especialmente este año, que han tenido que adaptarse a una forma de escolaridad diferente. Por lo tanto, ¿por qué contrariarlos? Dejemos que sean ellos los que decidan lo que quieren comer. Démosles dinero para que compren sus chuches, helados o su *merienda de supermercado. 
Cuando rechacen lo que hayamos cocinado para comer o cenar, no nos preocupemos. Que vayan al congelador y que elijan qué helado quieran. Al fin y al cabo, es verano; no hay por qué preocuparse… ¿o sí?
Actualmente España es el quinto país de Europa con mayor tasa de sobrepeso y obesidad infantil, con una prevalencia de en torno a un 32% de niños entre 7 y 13 años. Estamos ante una pandemia menos mediática pero igualmente importante. Claro que debemos preocuparnos y mucho. 
El sobrepeso y la obesidad son la antesala donde se gestan otras enfermedades crónicas y debilitantes como: diabetes tipo 2, enfermedad coronaria, cáncer, accidente cerebrovascular, apnea del sueño, problemas respiratorios, etc. Poner freno a esta situación no es una elección; es una necesidad de primer orden. 
Para que te hagas una idea del ridículo al que hemos llegado por la normalización de ciertas conductas, te transcribo literalmente una charla que tuve en la consulta con el padre de un niño con sobrepeso:
- Mi hijo de 12 años está aumentando preocupantemente de peso. No quiere hacer deporte, se pasa el día deseando comer comida chatarra, no le gustan los alimentos sanos. Quiero traértelo para que le ayudes a mejorar su alimentación y sus hábitos.
- Por supuesto, será un placer, pero ¿has probado de rodearlo de un entorno seguro, es decir, tratar de proveer en casa, exclusivamente, alimentos saludables?
- Es que el problema es que si le quito lo que a él le gusta, lo mato.
- No, en realidad lo matas si no se lo quitas.
Es una tarea titánica lograr revertir las malas costumbres instauradas en los niños, pero una vez que hemos comprendido el mal camino que llevan, no podemos permitir que continúen alimentándose de lo que a ellos les gusta, y mucho menos si es fundamentalmente basura. 
A nadie le apetece confrontar a quien ama, pero los niños no llegan a entender que toda esa basurilla “inocente” (llámese zumitos, croasancitos, galletitas, patatitas, cereales de desayuno varios, y demás) que les han venido metiendo por la retina y por la boquita desde que eran bebés, no es para nada una elección aconsejable.
Nosotros, como adultos, hemos de comprender que el futuro de su salud dependerá de lo que hagan en esos primeros años y lo que hagan en esos primeros años dependerá, principalmente, del ejemplo que les demos. Llegar a esta reflexión es vital para enfrentarse al cambio.
A continuación te dejo algunos consejos para comenzar con ese cambio lo antes posible.
1. Dar ejemplo. Sin esto, nada tiene sentido.
2. Generar un entorno seguro alimenticio. Limpiar despensas de comida malsana. En su lugar, que no falte una amplia variedad de alimentos sanos.
3. No premiar con comestibles. Esto genera un nexo emocional con determinados comestibles.
4. Substituir televisión y YouTube por otras plataformas sin anuncios. Al menos por un tiempo.
5. Dedicar mínimo una hora al día de alguna actividad física para hacer juntos.
6. No llevarlo al supermercado. Al menos por un tiempo. Si aún no somos capaces de contenernos nosotros de comprar productos nocivos, no podemos pretender que lo sean ellos.
7. No darles dinero para la merienda, en su lugar darles una merienda sana.
8. No obligarles a comer lo que no quieren, pero tampoco substituir por basura creyendo que es mejor que coman algo. No es así.
9. Apagar la tele y las pantallas a la hora de comer y tratar de buscar un ambiente donde la tranquilidad, la paciencia y el cariño estén presentes.
10. Buscar ayuda profesional por parte del dietista-nutricionista o incluso del psicólogo si fuera conveniente. En estos casos, suele ser necesaria una intervención a nivel familiar y no solo del niño.

(*) La merienda de supermercado que todos los días en todos los supermercados, millones de niños y adolescentes adquieren sin ningún tipo de control se compone de bollería industrial y una enorme lata de bebida energética. Ambos productos totalmente desaconsejados. En el caso de las bebidas mal llamadas “energéticas” pueden provocar problemas cardíacos, ansiedad, pérdida de sueño, nerviosismo y problemas digestivos.

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