¿Por qué tu hijo devora la fruta y el mío no? No, no es por suerte

¿Por qué tu hijo devora la fruta y el mío no? No, no es por suerte
  25/12/2017

INÉS ROIG (*)

Todo lo que tenga que ver con la crianza levanta susceptibilidades y la alimentación, además, es diferente de otros temas y genera más polémica. A casi nadie le gusta reconocer que no lo está haciendo bien, y cuando se trata de los más pequeños de la casa aún menos. Nos ponemos a la defensiva enseguida. Cuestionar por inadecuado el patrón alimentario de un niño supone también muchas veces cuestionar el de los propios progenitores, algo que no siempre es fácil de aceptar por parte de estos.

            Los padres desempeñamos un papel fundamental en la alimentación de nuestros hijos porque, los niños conocen los alimentos a través de nosotros. Y, no se trata tanto de transmitir a los niños “amor” por las frutas y verduras, como de incorporar estos alimentos en su día a día. Desde este punto de vista, los padres tenemos la responsabilidad y también la libertad de ofrecérselos y de ponerlos a su disposición para que ellos los consuman; y, también, de consumirlos nosotros para mostrarnos como un modelo a seguir.

            ¿Y hasta qué punto influye el ejemplo que demos los padres, lo que nuestros hijos vean en nosotros en relación con las frutas? Los niños aprenden por imitación. Nuestros hijos son pequeños clones nuestros, repiten nuestras frases, actúan y se comportan como nosotros. Si nuestro hijo nos observa comer frutas en cada merienda, si acostumbra a ver siempre sobre la mesa un frutero cargado de frutas, él verá normal comer fruta y por imitación es probable que haga lo mismo que nosotros.

            Ofréceles a tus hijos fruta y comerán fruta. A mayor exposición a un alimento, mayor probabilidad de que lo prueben. El tipo de comida que tienen a su disposición influye mucho, el de tener en casa comida saludable, sería el nivel más “fácil” sobre el que como padres podemos empezar a trabajar: En un momento dado es más fácil decidir comprar fruta y no comprar alimentos procesados y azucarados que librar una lucha contra tu hijo, o contra ti mismo, para no consumirlos una vez que los tienes en el armario de la cocina. No hay que meter al enemigo en casa.

            Porque del mismo modo en que los niños comen fruta cuando esta es la alternativa que le ofrecen los padres, también comen alimentos menos recomendables cuando estos están a su disposición. Por mucha fruta que tengan a su alcance. El problema que tienen los niños que consumen a diario galletas y productos azucarados es que su paladar se modifica y se acostumbra a estos sabores más potentes de forma que comienzan a rechazar otros sabores como por ejemplo los de las frutas, que ya no les resultan tan dulces.

            Y el problema es que muchos padres, a las primeras de cambio, en cuanto nuestros hijos nos rechazan dos frutas o comen menos de lo que esperamos, en lugar de seguir intentándolo, recurrimos al camino fácil con tal de que coman algo. Si un niño come poco, es probable que sea porque su cuerpo no necesita comer más. Si al niño no le entusiasman mucho las frutas y las verduras y encima le damos de comer estos productos hiperpalatables lo que estaremos consiguiendo con ello es aumentar este rechazo y que cada vez las frutas y las verduras le resulten más insulsas, entrando en un círculo vicioso del que es más difícil salir.

(*) Farmacia Las Marinas.

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