A la luna de Valencia: A precio de ganga
Nos hemos enterado que la cafetería del Congreso de los Diputados es la que tiene los gin-tonics más baratos de Madrid. El hecho en si, para algunos tendría trascendencia ya que la empresa que regenta la misma y el restaurante, está subvencionada. Esa empresa es, casualmente, propiedad del vicepresidente de la CEOE, hecho intrascendente para mí.
Pero puede ser mucho más importante que saber los precios por darse un lingotazo, es tener la sospecha que cuando se producen las desbandadas en los plenos, desbandadas que se producen cuando hablan algunos diputados sobre todo, sus señorías van a sacudirse del aburrimiento de la intervención en cuestión a la cafetería, para luego votar lo que les señala con sus dedos el portavoz de su grupo, sin saber exactamente lo que está votando. Es explicable, pues, que, en algunos casos, su señoría, pulse el botón que no era y que luego se deshaga en excusas para evitar la multa reglamentaria que impone el grupo parlamentario por romper la disciplina de voto.
Pero sería muy aleccionador que a sus señorías antes de votar se les hiciese una prueba de alcoholemia, aunque a algunos no les parezca bien que se haga en ningún momento, lógico. A ellos les van a decir cuando tienen que beber, si lo tienen bien barato en el bar del Congreso. ¡Viva el vino!, que vale menos que en la calle (1,65 la copa de Rioja, 2,10 la copa de Ribera).
La pregunta que le hicieron al presidente anterior del precio de un café, la contestó con el precio de la cafetería del Congreso, 0' 85 euros. Ningún político tiene conciencia del precio de una comilona, pues que en el restaurante del Congreso un menú del día valga 13,40 euros (precio divulgado por un medio informativo) o que una ración de jamón ibérico valga 17,50 según el mismo medio, justifica que cuando se vayan de cuchipanda y se pongan ciegos de langosta, bogavante o gambas rojas, no lo valoren como un gasto extraordinario pues para ellos es habitual comer bien y barato.
Pero al pueblo republicano, que no soberano, le cuesta una comida en un buen restaurante mucho más y si es de tres estrellas, la cuenta se puede ir a las nubes. Claro, que esa eventualidad no se suele dar en estos tiempos de crisis, porque entre los que cobran un sueldo miseria, el que cobra una pensión recortada, los que no cobran nada etc., hay pocos de ese pueblo que puedan comer esas exquisiteces. Y alguien tendrá que consumirlas, sino se pudrirán. Digo yo.