Dos obuses para la historia
La defensa frente a los bombardeos por mar durante la guerra se articuló en una serie de baterías costeras como las de Les Rotes o el Portitxol
Se erigieron en Les Rotes, en la zona de la Venta del Burro, en el Montgó. Tuvieron una dotación de 49 soldados y estaban destinados a defender el litoral frente a posibles bombardeos por mar. Hoy, de aquellos dos búnkeres de la Guerra Civil quedan todavía en pie algunos restos que pueden ayudar a hacernos una idea de cómo la República articuló la defensa frente a los ataques de la armada a través de una serie de baterías costeras dispuestas a lo largo del litoral, como las del Portitxol de Xàbia o, más al sur, el Cabo de la Huerta o Santa Pola.
De todo ello se habló el domingo pasado en una de las rutas guiadas del programa La Defensa en Temps de Guerra (1936-1939). El historiador José María Azcárraga acompañó a los participantes en la visita y dio a conocer detalles de cómo se organizó la defensa en toda la franja Mediterránea y, en particular, acerca del funcionamiento de la plataforma de Les Rotes.
La batería de defensa de la zona de la Venta del Burro estaba dotada de dos obuses -que no cañones- cuya misión era defender el puerto de los posibles ataques de barcos enemigos. A diferencia de lo que muchos creen -y aunque otras baterías costeras pudieran tenerlas- no se trataba de plataformas antiaéreas. De hecho, como ha explicado José María Azcárraga, los obuses no tienen alcance suficiente para derribar un avión. Son un arma de tiro curvo o parabólico que, en este caso, por su ubicación -justo detrás de una loma- no se veía desde el mar. Evidentemente, desde las plataformas donde estaban colocados los obuses tampoco se veían los barcos del enemigo. Para ajustar el tiro, había otro búnker situado más abajo -a unos 100 metros descendiendo por la ladera- llamado de telemetría. Su misión era localizar las embarcaciones enemigas y dar las coordenadas sobre su posición a los de arriba.
Muchas de las baterías costeras se levantaron ya avanzada la guerra. Un documento de la Defensa de Costas constata que la de Les Rotes todavía no había sido construida en el verano de 1937, cuando el crucero Canarias bombardeó la ciudad (13 de agosto) y las bombas se llevaron por delante la vida de tres civiles. El documento citado, explica el historiador, data de noviembre de ese mismo año y describe el plan de actuación y la función que van a tener carda una de las baterías. En el caso de Dénia, que se encontraba en construcción y a la espera de presupuesto, tendría entre 15 y 49 soldados, 2 oficiales y 2 suboficiales, que se alojarían en casas de las proximidades. Cuenta Emilio Oliver en su Historia de la Guerra Civil -recuerda Azcárraga- que los soldados destinados a la batería de Les Rotes eran forasteros y relata su afición por el trinquet. En una de las páginas del libro hace una amplia descripción de las baterías y habla de los soldados, de quienes añade a modo de anécdota que muchos “eran castellanos e iban mejor vestidos” y además, “solían acompañar a las chicas más guapas”.
Un documento de 1938, en este caso del bando franquista y con información obtenida a partir de la quinta columna, constata que la batería de defensa de la Venta del Burro estaba ya operativa en esa fecha y recoge incluso el nombre de quien estaba al frente.
La batería se estructuraba en tres piezas: un polvorín con paso subterráneo donde se almacenaban la pólvora y los proyectiles; un refugio de hormigón para la tropa y dos plataformas sobre las que se colocaban los obuses. Se completaba con otro búnker, el de telemetría, situado más abajo para informar sobre la posición del enemigo.
Se desconoce si los obuses llegaron a disparar nunca. Pero sí se sabe, como dice Azcárraga, que tenían más de cuarenta años y provenían del frente de Extremadura, después de haber sido utilizados también en África. El catálogo de la exposición Dénia en Guerra recoge entre otros el testimonio de Francisco Espí, quien recuerda cómo los soldados que hacían prácticas desde las baterías. El blanco, unos bidones flotantes en el mar.
El historiador precisa que las baterías tenían poco alcance comparado con los cañones de barcos como el Canarias, por lo que hubiese sido fácil zafarse. Pero constituían junto a los nidos de ametralladoras -pensados para evitar el éxito de un intento de desembarco- la base de la defensa de la costa. Las posiciones fijas se reforzaban, si era necesario, con destacamentos móviles.
De todo ello quedan todavía restos en pie, como el polvorín, el refugio para soldados, el búnker de telemetría. Una de las plataformas de los obuses fue utilizada posteriormente para hacer una piscina, aprovechando su forma circular y el muro circundante, pero se aprecia que el tamaño y la forma son idénticos a los de la otra plataforma. Y quedan también muchas historias, aderezadas en algunos casos con aportaciones que poco o mucho -quién sabe- tienen que ver con lo que fue.
El ciclo de actividades sobre La Defensa en Temps de Guerra, organizadas por el Museo Arqueológico de Dénia, continúa mañana domingo con una charla sobre la organización de la defensa de la costa de Dénia, la logística y el armamento, a cargo de Vicente Larios Bertomeu, miembro de la Comisión de Economía de Defensa del Colegio de Economía de Madrid. Será en el castillo a partir de las 10.30 h. El ciclo se cerrará el domingo 24 de octubre con una charla sobre bombas y refugios de la ciudad a cargo del arqueólogo José Vergel y la intervención del arqueólogo municipal, Josep A. Gisbert, quien hablará de la fachada marítima y el puerto de Dénia antes y después de la Guerra del 36.