Alerta con las algas que vienen de fuera
El impacto ecológico y socioeconómico de la Rugulopteryx okamurae, cuya presencia es mayor en Andalucía pero detectada ya en aguas del sur de Alicante y de Barcelona, no tiene precedentes
Las aguas de lastre de los buques mercantes están directamente relacionadas con su llegada
“Solo podremos controlarla si la detectamos al inicio de la invasión” (César Bordehore)
La llegada de un alga de origen asiático a las costas de Andalucía, cuya presencia es cada vez mayor, está originando graves problemas a nivel de ecosistema y económicos por su afección sobre otras especies marinas y sobre el sector pesquero, pero también en relación a la gestión de las playas. Su nombre es Rugulopteryx okamurae y en lugares como Barbate o Tarifa está causando estragos desde hace unos años. Se ha detectado ya en aguas del sur de Alicante y en Barcelona y, aunque todavía no ha llegado al litoral de la Marina Alta, hay que estar alerta. La única manera de evitar que colonice nuestras costas es prevenir futuras invasiones. Su capacidad de crecimiento “es inmensa”, advierte el coordinador del laboratorio marino UA-Dénia, el doctor en Biología César Bordehore, del Instituto Multidisciplinar para el Estudio del Medio Ramón Margalef de la Universidad de Alicante. Su impacto ambiental en los fondos marinos españoles no tiene precedentes, se asegura desde el Ministerio para la Transición Ecológica.
La Rugulopteryx okamurae se detectó en 2015 en aguas de Ceuta y está causando problemas principalmente en Canarias, Cádiz y algunas zonas de Málaga. Está incluida en el Catálogo español de especies exóticas invasoras y se ha puesto en marcha una estrategia a nivel nacional para luchar contra ella.
Desde el laboratorio marino UA-Dénia se controla la presencia de especies marinas invasoras en el litoral de la comarca. No todas, explica César Bordehore, son nocivas o pueden producir afecciones negativas. Solo lo son alrededor de un 2 o 3%, entre ellas la que hoy nos ocupa. Su crecimiento es tan acelerado que, en tres años, un metro cuadrado de Rugulopteryx puede dar pie a 3.000 m2 de la misma alga. “Por eso”, insiste el científico que dirige el centro de investigación, “en zonas donde no se ha detectado lo más importante es hacerlo cuanto antes, solo podremos controlarla si la detectamos al inicio de la invasión”.
Esta alga asiática, originaria de las costas de Japón, China, Corea, Taiwán y Filipinas, supone una amenaza para la biodiversidad de los fondos marinos que invade. Crece sobre zonas rocosas pero también sobre la Posidonia oceánica, cuya presencia es más que destacable en aguas de la Marina Alta y de vital importancia para el equilibrio del ecosistema.
Los daños y las pérdidas causados por esta alga a los pescadores de trasmallo y arrastre andaluces, por ejemplo, son importantísimos. Además de haberse convertido en una amenaza para algunas de las especies que capturan de forma habitual, las algas que han invadido sus aguas se enredan en las redes y las hacen inservibles, con el alto coste económico que conlleva su reposición. Han de limpiar además el material y aparejos de pesca infectados.
De su presencia en las playas deriva un tercer problema. A diferencia de la posidonia, la Rugulopteryx se degrada y pudre rápidamente, obligando a los ayuntamientos a hacer una importante inversión en su retirada para evitar en lo posible los malos olores.
En el uso que se puede dar a esas algas retiradas de las playas y que se amontonan en los vertederos se centra el proyecto de investigación en el que, con una duración de tres años, ha participado el laboratorio marino UA-Dénia. Los resultados se presentan esta semana en la Universidad de Alicante, en el marco de unas jornadas en las que se tratarán varios aspectos relacionados con el alga Rugulopteryx okamurae y otras especies de carácter invasor.
El trabajo de los investigadores del laboratorio, con sede en Dénia, se ha encauzado en la posibilidad de dar usos farmacéuticos y nutricionales a esa gran cantidad de algas o biomasa que sale a la superficie y se acumula en aquellos lugares que ha invadido.
Reglamento obsoleto
La llegada de la Rugulopteryx está directamente relacionada con las aguas de lastre de los buques mercantes, las empleadas para dar estabilidad a las embarcaciones. Las aguas se cargan en origen y de vierten en el puerto de destino, lo que facilita el traslado de las algas y otros organismos de unos mares a otros. César Bordehore considera que la normativa internacional para minimizar ese riesgo y controlar las especies invasoras está un tanto obsoleta. Entre otras cosas, debería incorporar las últimas novedades en técnicas de detección, como el análisis genético.
Desde el laboratorio marino UA-Dénia, en colaboración con Puertos del Estado, se utiliza la técnica del análisis genético para el control de especies invasoras, realizando muestreos y analizando agua y sedimentos. La actuación se ha llevado a cabo en el Puerto de Sagunto.
La alarma por la posible llegada del alga asiática ha saltado también en las Baleares, donde Bordehore ha impartido varios talleres formativos sobre la especie invasora.
En el Mediterráneo se han detectado unas 600 especies alóctonas. Muchas han llegado a través del Canal de Suez, que actúa como puente conectando el Mar Rojo y el Mediterráneo. Aunque es bajo el porcentaje de ellas que no se adaptan y tienen un impacto importante sobre el equilibrio del sistema y las economías locales, no hay que bajar la guardia.
Algunas, como la Rugulopteryx okamurae, pueden acabar con otras especies. Mientras que otras, como una microalga tropical llamada Gambierdiscus, pueden afectar seriamente a la salud de las personas.
Igual que el cambio climático favorece la presencia del mosquito del dengue, especies tropicales como las Gambierdiscus llegan al Mediterráneo en busca de aguas cálidas. Estas algas producen una toxina (ciguatoxina) que en concentraciones elevadas desencadenan la ciguatera, una intoxicación alimentaria con consecuencias importantes en los humanos. La ingesta de ciguatoxina se produce a través del consumo de peces de tamaño grande que se hayan alimentado de esta alga. Su concentración es mayor en ellos que en peces pequeños y, por lo tanto, su ingesta puede llegar a ser peligrosa.
En las costas de Dénia y Xàbia se han detectado pequeñas cantidades de esta alga. Su presencia no es preocupante, asegura el biólogo. Pero no por ello hay que dejar de estar alerta.