La resiliencia hecha canción: primer disco de Anna Rosselló

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  19/02/2022

No pude ir a la presentación de Kisok.curant, el primer disco de la cantautora Anna Rosselló pero lo sé todo. Ella es Anna Ferrer Rosselló, de Benissa, y me ha contado, con pelos y señales, el porqué de todo esto. Un testimonio tan sincero, emotivo y lleno de afectividad que me dejó boquiabierto, así de claro. Una persona que descubre su interior y lo comparte sin pedir, esto no tiene precio. No hacían falta tantas explicaciones pero me las dio en un ejercicio no forzado de generosidad. Acabada la conversación, tenía la necesidad de escuchar las canciones. Y me las ha regalado en un nuevo gesto de cómo es Anna Rosselló.

Ahora sé que su nombre artístico es un homenaje a su madre y en el pueblo de Xaló. Ahora sé que Kisok.curant es el fruto de un proceso de superación, un punto de inflexión de una mujer que ha vencido un momento vital complicado gracias a la creatividad. Ella es maestra de música y tiene el grado profesional de piano. “Necesitaba reaccionar, expresar todo el que sentía dentro, todo el que me había pasado, y di un paso adelante escribiendo canciones. Porque el piano es un instrumento muy solitario”, confiesa la cantautora.

Su obra es un canto a la resiliencia, claro y raso, donde demuestra una capacidad llena para continuar proyectándose en el futuro a pesar de condiciones muy negativas o vivencias traumáticas. Y ahora sé que todo va empezar gracias a la lectura de un libro, Kintsukuroi, el arte de curar heridas emocionales, de Tomás Navarro. “Cada una de las once canciones”, desvela la autora, “es como un pegamento que utilizas para arreglar una pieza rota. La restauras y vuelve a ser nueva. Las heridas como símbolo de belleza”. Un tipo de reencuentro consigo mismo “porque la actividad creadora ha sido sanadora”, subraya.

 

RODEADA DE SU GENTE

 

Anna Rosselló ha usado a su gente y a su territorio para proyectarse en su primer disco. Un proceso creativo compartido en una nueva muestra –y van ya tres- de su generosidad. Se siente de la terreta, “soy hija de la Marina Alta”, dice, y también de Puçol, el pueblo de adopción. Por eso habla de Benissa, de Bèrnia, de la partida del  Bombí, de Lleus y otros parajes conocidos de siempre “porque hay un vínculo, sentimental y emocional, porque son mis raíces”, dice. De más allá ha hecho sede el verbo xalar, “que no es otra cosa que disfrutar mucho, vivir a borbotones”. Y su disco es la prueba.

La cantautora habla de desamor, emociones, sentimientos, vivencias y mucho más en letras propias y en otras canciones pone música a poemas de Cecília Berenguer, Lidia Santacreu i Joan Nave -los tres también de Benissa- Manel Alonso y Marc Granell. Dos amigas, Xelo Rodríguez y Tere Nuñez, hacen los coros en Momentos que valen millones, y su hijo Marcel, de 11 años, toca el violonchelo en Contigo las ganas de andar

Los arreglos y la producción del disco está a cargo de Nacho Mañó, miembro del grupo Presuntos Implicados. Las canciones se pueden escuchar en las plataformas digitales “porque nos permiten llegar a la gente, compartirlas y que alguien se emocione con ellas”, dice Anna. Y en valenciano “porque estimo mi lengua”. Pero, además, el disco está editado también en formato físico “que quizás sea una idea obsoleta, por los tiempos que corren”, advierte. Pero tanto se vale porque es, en sí mismo, una joya. Incluye un libreto con las letras de las canciones y, además, unas palabras de los mismos poetas y poetisas de los que ha hecho uso. Y, para conseguir la cuadratura del círculo, el prólogo está escrito por Tomás Navarro, su fuente de inspiración en el proceso de superación personal. No se puede pedir nada más.

Y, a modo de conclusión, en el apartado de agradecimientos incluye también Víctor López, Óscar Vinader, Tere Nuñez, Júlia Villena, Clara Tent, Antonio Campos y Alex Mc-*Clure

Vale la pena escucharla, sin más.

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