Vacaciones a toda velocidad
Faltan unos pocos días para empezar las vacaciones, robando ratos al trajín diario, mientras él se ocupa de poner a punto el coche, ella prepara la ropa de toda la familia, las cremas, los cepillos, complementos y detalles para las tan ansiadas vacaciones.
Poco a poco los nervios afloran por la falta de tiempo para estar en todo y que no falle ni falte nada.
Las colas en el taller, la gasolinera, el súper, la farmacia, en todas partes parece que todos han perdido las prisas para entorpecer irremediablemente los preparativos de las vacaciones.
Por fin, después de algunas malas caras y refunfuñeos ya estamos al volante del coche, los niños no paran de dar la lata preguntando cuándo llegamos, tengo sed, luego hambre, más tarde se aburren y no hay consola que los consuele.
Por fin llegamos al piso, no ese no es, es el de la otra calle, no está tan cerca de la playa como decía en Internet, pero bueno, ya estamos aquí, es lo importante.
Atrás quedaron las prisas de los preparativos, mejor aún, atrás quedaron los madrugones, atascos para ir al colegio y trabajo, la mala leche de los de la gran ciudad, las carreras por subir al metro o buscar un lugar donde aparcar.
Ahora ya estamos de vacaciones.
Si esto es más o menos así, alguien tendrá la explicación a tanta mala cara, pésimos modales, prisas hasta en la cola de la caja de Mc Donald's donde alguna vez alguien recuerda que si están de vacaciones no hace falta correr tanto por una hamburguesa.
Por las calles, en coche o a pie, estos pobres infelices que dicen estar de vacaciones son un torbellino descontrolado madrugando para encontrar mejor sitio en la playa, que finalmente no es otro que unos pocos centímetros cuadrados entre millones de sombrillas cuando a unos pocos metros más a poniente o levante hay playas casi solitarias, pero no, hay que ir a las más cercanas al pisito, que no hemos venido a coger el coche ni a caminar cargados con la sombrilla, la neverita, la tortilla y el jamón.
La crisis se nota, pero en el restaurante elegido hay over-booking, eso que pasa en los aeropuertos cuando hay más gente que aviones, entonces es el momento de gastar más en aperitivos que en la comida tardona, esa que nos jode la siesta porque nos sentamos tarde y no nos queremos perder las fiestas locales que empiezan a las cinco de la tarde.
Si cogemos el coche ya la cosa cambia, si se viene de la gran ciudad al pueblo, los pueblerinos deberán aprender qué es obediencia y servicio, que para eso venimos a matarles el hambre, dicho tal cual desde un Mercedes, demasiado grande y hortera.
Esa es la otra parte de las vacaciones, alguien les engañó dos veces con el último coche, les convencieron que cuanto más grande mejor y además que vienen con las calles y carreteras como extras incluidos en el precio.
Pero lo peor del engaño es que no saben qué hacer con tanta lata alrededor de un volante, nunca saben dónde termina por delante o por detrás, del ancho ni hablemos, posiblemente les han dicho que miden de acera a acera, así es que, van por el medio y seguros.
Eso sí, siempre a toda prisa, tanta que de pronto... se acabaron las vacaciones... ¿qué vacaciones? ¿las del estrés, la mala leche, las prisas, el calor...?
Pufff...¡Qué agobio!
Necesito unas vacaciones para descansar de las vacaciones.