Educar

  02/11/2012

GLORIA MARTÍ (*)

Ser educador o educadora podría ser uno de los “trabajos” mejor “pagados”, siempre que no nos centremos en lo económico, sino en la satisfacción vital, emocional, sentimental y también cognitiva de ver en el otro u otra los resultados de nuestra labor como tal. No es un trabajo de improvisación, esto hay que tenerlo claro, debemos prepararnos para realizarlo bien hecho. Si no lo hacemos, en lugar de satisfacción tenderemos a experimentar ansiedad y frustración, y esto, a su vez, entorpecerá toda nuestra labor.
 Ser capaces de apreciar nuestras cualidades, valorarlas y permitir que nos hagan felices (esto es importante), al igual que saber enfrentarnos a los problemas, aceptar los errores y no permitir que nos hagan infelices (esto también es importante), sino que nos fortalezcan al aprender de ellos, son aspectos básicos para educar. Se puede aprender mucho al hacernos conscientes de lo que hacemos bien, de lo que nos gusta realmente, de lo que nos aporta algo bueno, y se puede aprender mucho de los problemas y de los errores, y tanto de los nuestros como de los que cometan los demás. Estos son aspectos fundamentales y necesarios en cualquier educador o educadora, y ¿quién más adecuado para ser llamado educador o educadora que un padre o una madre?... ¿un maestro?, ¿una profesora?... pues también ¡claro que sí!, pero no olvidemos quién prepara el terreno, quién pone las bases, quién crea la estructura...
 Tengamos en cuenta que lo que aprenden los niños en la familia es básicamente “a ser”; su carácter, su personalidad, sus actitudes, sus reacciones... todo ello tiene su base en las enseñanzas recibidas, consciente o inconscientemente, en el ambiente familiar, porque el cerebro va aprendiendo de las experiencias aunque no nos demos cuenta. Este desarrollo se va completando paulatinamente con la influencia de otros grupos sociales, está claro, pero la base más importante es el ambiente que rodea la vida cotidiana, afectiva e íntima de la niña o el niño desde que nace. El aprendizaje que se produce en la familia, es uno de los más potentes que existe, ya que se aprende de una forma natural, observando y haciendo, y sin esfuerzo, simplemente dejándose envolver por lo que nos rodea, que es lo que hacen los niños muy bien.
 Hay que intentar ser positivos, sacar algo bueno de la mayoría de las cosas, por poco que parezca que lo haya, incluso de lo más negativo. Todo polo tiene su opuesto, no olvidemos esto y dejemos de centrarnos en el que parece más sencillo pero al final no lo es. Si no somos capaces de ser positivos, no educaremos positivamente, y NO es educación si no es positiva (lo veremos en el próximo artículo).

(*) Psicóloga.

 

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