Los sabios aprenden mucho de sus enemigos
DR. MANOLO GONZÁLEZ DEVESA (*)
Siempre me gusto esta frase atribuida a ARISTÓFANES para relacionarla con todo lo referente al cáncer pues, qué duda cabe, que es el enemigo de todos nosotros, pero gracias a él hemos llegado a conocer muchísimas cosas de la biología celular, que al mismo tiempo han servido para combatirlo.
Pocas palabras causan más estupor, dolor, sorpresa y desasosiego que la palabra CÁNCER. No dejo de recordar el comentario de una paciente al decirle que tenía un cáncer de mama:
- "Pero..., con lo bien que estaba!, lo tengo todo y de pronto me cambiará la vida". Pero ¿es benigno o maligno?
- Los tumores pueden ser benignos o malignos, los cánceres son todos malignos, le dije.
Esto me ha hecho recordar que los términos utilizados en relación con el CÁNCER, muchas veces generan confusión. "Tumor, Neoplasia, Cáncer" son palabras que oímos frecuentemente, que son parecidas, pero no equivalentes.
Quizás deberíamos empezar por el término más inusual: NEOPLASIA. Simple y literalmente significa "nuevo crecimiento". Con ello no estamos diciendo si es "bueno o malo", así pues, deberemos añadir benigna o maligna, para referirnos al comportamiento biológico de este crecimiento celular.
La palabra Cáncer es la forma común de designar a todos los tumores malignos. Viene, ni más ni menos, que del siglo IV antes de Cristo. HIPÓCRATES utilizó el término "KARKINOS" (Cáncer en latín) porque vio el cáncer como un cangrejo en su dispersión por el cuerpo.
Posteriormente, Aulio Cornelio CELSO (30 a.C - 50 d.C) etiqueto el término "TUMOR" para referirse a la tumefacción, hinchazón, debida a la inflamación. Sin embargo, la pérdida, digamos de importancia, de los procesos inflamatorios ha hecho que en nuestros días la palabra tumor se asocie más con neoplasia, y por tanto al igual que a ésta, hay que añadir benigno o maligno para saber a que nos estamos refiriendo. Resumiendo, cáncer es igual a neoplasia o tumor maligno.
Otra pregunta típica es ¿qué es el cáncer? Esa palabreja, cáncer, derivada de "Karkinos", ni más ni menos que desde el SIV a.C., nos lleva a pensar que estamos ante una enfermedad única con diferentes localizaciones anatómicas. De ahí la típica pregunta de ¿Doctor, alguna vez se curara el cáncer? Pues unos sí y otros ya veremos.
¿Como, y eso porque? Pues conviene saber que el cáncer no es una enfermedad, sino más bien muchas, probablemente más de 100 enfermedades distintas. Esto significa que las causas son distintas, la evolución diferente y por eso, hoy en día, los tratamientos son cada vez más personalizados en base al conocimiento que vamos teniendo de los mecanismos por los que se desarrolla el cáncer.
Las células crecen y se dividen para formar nuevas células a medida que el cuerpo las necesita. Cuando las células envejecen, mueren y células nuevas las reemplazan. Sin embargo, cuando se siguen formando células nuevas sin que el cuerpo las necesite, o las células que deben morir no lo hacen, surge una masa de tejido que es lo que se llama, TUMOR, y que dependiendo de cómo se comporte será benigno o maligno.
Pero ¿qué es ese tumor? No creamos que ha sido fácil de definir. Sir Rupert Alan Willis (Pathology of tumors, 1948) lo definió como: "Un tumor es una masa anormal de tejido cuyo crecimiento excede y está descoordinado con el de los tejidos normales, y persiste tras el cese del estímulo que lo inició". Pero esta definición resultaba incompleta y hubo que añadir: "esta masa anormal, carece de objeto, ataca al huésped, es prácticamente autónoma y se debe a alteraciones genéticas que dan lugar a una proliferación excesiva y desregulada, que se hace autónoma (no responde a los mecanismos de control, aunque necesita aporte sanguíneo del huésped)".
Más o menos ya nos podemos hacer una idea de lo que es un cáncer, pero ¿por qué se produce, que lo causa? A lo largo de la historia siempre hemos buscado las causas de nuestros males fuera de nosotros, algo parecido a lo que pasa en política, donde la culpa siempre es de los demás. Qué duda cabe, que hay factores extrínsecos que actúan como agentes iniciadores o promotores del cáncer. John Hill fue el primero en llamar la atención sobre la asociación del "uso inmoderado del rapé" y el desarrollo de pólipos, o Sir Percival Pott, cirujano londinense que describió que los deshollinadores desarrollaban cáncer de piel del escroto con mayor frecuencia que el resto de la población. Pocos años después de la observación de Sir Percival Pott, el gremio Danes de deshollinadores ordenó que sus miembros se bañasen a diario. ¡Pocas medidas de salud pública desde ese tiempo han controlado con tanto éxito una forma de cáncer!
Al margen de estas simpáticas anécdotas, todos somos conocedores de los efectos del tabaco, las radiaciones, agentes infecciosos como el conocido, entre otros, Virus del Papiloma Humano, o agentes químicos. Sin embargo, el problema principal lo llevamos dentro, pues el cáncer es una enfermedad genética (y no confundamos genético con hereditario). Hay toda una serie de genes, unos promotores, llamados oncogenes, otros supresores, otros reguladores de la apoptosis (la muerte celular programada) y otros encargados de reparar el DNA, cuyas alteraciones son las responsables de ese crecimiento descontrolado que hemos comentado.
Podríamos decir, por hacer un símil, que todos esos elementos químicos, físicos, bacteriológicos, etc., son como semillas y las alteraciones de los genes son como un campo abonado. Unas semillas solo crecerán en un campo que este abonado. ¿Quién no ha oído aquello de "pues yo conozco a uno de 80 años que lleva toda la vida fumando...". Pues aquí tenemos la explicación.
En el poco espacio que queda me gustaría desterrar algún que otro tópico más. Cuántas veces hemos oído aquello de "... no fui al médico por miedo a que me dijeran que era cáncer o, no quería que lo tocaran para que no se despertara". No sé cuál de las dos cuestiones es más pueril.
La primera porque lo mejor sigue siendo detectar cualquier cáncer cuanto antes mejor, cuanto más pequeño sea ese tumor maligno mayor posibilidad de curación y con menos secuelas. Independientemente de que hoy en día se están curando muchos cánceres con tratamientos - muy caros -, pero muy efectivos.
La segunda afirmación siempre me ha hecho mucha gracia: "que no se despierte el cáncer". Quizás muchos desconocen que aproximadamente a los 90 días de haberse transformado una célula en cancerosa se ha duplicado, o sea que hay dos células. Estas células irán progresivamente multiplicándose, de forma que al año hay unas 16 células, a los 2 años unas 256 células malignas..., a los 8 años más o menos han habido unas 32 divisiones, o sea, aproximadamente unos 4 billones de células, si, ha leído bien, unos 4 billones. Pues bien, toda esa cantidad de células forman un tumor muy pequeño, algo menos de 1 cm, el límite de lo que puede detectarse. O sea, que cuando físicamente podemos ver un tumor, las células cancerosas llevan por lo menos 7 u 8 años desarrollándose, así que no despertamos a nadie, todo lo contrario, como dejemos que siga multiplicándose hasta las 40 veces, el remedio va a ser muy difícil.
El Día Mundial del Cáncer no es para hacer ninguna celebración. Es un día para volver a pensar, a recordar, a insistir en que la lucha contra el cáncer no es un tema exclusivo de la ciencia, requiere la colaboración de todos, pero no solo poniendo unas monedas en una hucha a cambio de una banderita en la solapa, sino atendiendo las recomendaciones, siguiendo los controles y los consejos que permanentemente nos dan y que tan bien están explicados en el Código Europeo contra el Cáncer, un folleto que cualquier puede conseguir sin dificultad.
(*) Especialista en patología en la Clínica San Carlos.