Tus pies hablan
EVA PÉREZ OLTRA (*)
Nuestra pisada es también nuestra seña de identidad. Se ha ido formando a lo largo de nuestra vida y cambiarla es realmente complicado. Pero aun así hay que cuidarla porque un desajuste puede provocar problemas mecánicos y fisiológicos del organismo.
Todos tenemos la pisada diferente. Única. Es casi como las huellas dactilares. Y esa pisada nos puede hablar de desajustes y problemas estructurales de nuestro cuerpo. Un desgaste evidente en el interior de la suela de nuestros zapatos nos puede remitir a problemas crónicos de espalda, dolores articulares y otros muchos problemas musculares que nunca acaban de desaparecer.
De alguna manera la pisada puede dividirse en tres tipos: la de los supinadores, la de los pronadores y la de los neutros. Cualquier hueso en mala posición en nuestro pie puede modificar su acción de carga ascendente sobre la rodilla, la cadera y la columna vertebral, hasta producir un desajuste a nivel de las cervicales. Esto no es algo que pase en poco tiempo pero sucede lentamente y más a menudo de lo que la gente cree.
Tanto el pie plano como el pie cavo (el que presenta un exceso de puente) pueden facilitar la aparición de ciertos dolores que van desde los dolores de talón a problemas de otras articulaciones como son la rodilla, cadera o columna ya que por el problema en el apoyo, estas personas presentan un acortamiento en el tendón de Aquiles. Los pies planos y los valgos son las desviaciones o posicionamiento en desequilibrio que más habitualmente se dan en el pie.
Es importante cuidar el pie y la pisada para garantizar un apoyo equilibrado y uniforme que no provoque alteraciones en el tiempo.
El hecho de que la pisada sea diferente en cada persona depende de múltiples factores, especialmente de nuestra constitución, peso, estructura ósea y hábitos de deporte, calzado y alimentación. Es una pauta adquirida desde que se dan los primeros pasos, de forma que desde pequeños vamos generando una pisada que irá adaptándose a estos factores, pero nuestra genética y morfología irán ganando peso con el paso de los años.
Lo que está claro es que la salud y la pisada van claramente de la mano. E imprescindible escoger el calzado con mucho tiento. Aquí no valen ni modas ni gusto personales. Lo que importa es siempre adaptar el calzado al tipo de deporte o actividad física que se practique ya que no tendrán las mismas exigencias aquellos que jueguen a fútbol o a tenis o los que vayan en bicicleta.
De forma genérica se podría decir que lo básico es que se adapte al pie de la persona y que sea cómodo y que si es para el deporte sea un zapato un poco más grande que el de vestir, porque mientras se hace ejercicio físico el pie necesita sentirse sujeto pero no comprimido. Si el deporte implica movilidad o carga sobre la articulación del tobillo se recomiendan botas para proteger esta zona. Y, si se hace sobre una superficie irregular, la suela debe tener elementos de sujeción en forma de tacos.
La pisada es nuestro contacto con el suelo y, por lo tanto, el punto de apoyo que nos permite movernos: son nuestras ruedas y según nuestras características (terreno, peso, etcétera) se necesitará un neumático u otro (zapatillas). Si seleccionamos el material de manera equivocada podemos perder efectividad y lesionarnos. Deberíamos conocer nuestros puntos fuertes y flacos y escoger el calzado necesario para desarrollar al máximo nuestra potencia.
(*) Podóloga. Clínica Kines. Dénia.