Consejo de anciano

  05/09/2016

Guillermo_Ares_Opinion

Durante la niñez y gran parte de la adolescencia de los jóvenes de antes, los de la antigua juventud, eran ellos quienes callaban cuando hablaban los mayores, los que pedían permiso para hablar o levantarse de la mesa.

Eran los más chicos, los más jóvenes, quienes cedían el asiento a personas mayores o una mujer embarazada o no en algún transporte público.

Los mismos que abrían una puerta y cedían el paso a las damas o mayores.

Los mismos que profesaban un respeto casi divino hacia la ancianidad y su experiencia.

Muchos siglos hacia atrás las sociedades tenían "el Concejo de Ancianos" que no era otra cosa que un grupo de los más ancianos del entorno reunidos para dar consejos a sus tribus, algo impensable en nuestros días.

No porque ya no se llamen tribus a los distintos grupos sociales ni porque ya no haya Concejo de Ancianos sino porque a los ancianos ya no se los tiene en cuenta ni para dar algún consejo.

El progreso, la mala educación, la velocidad, el desprecio por lo bien hecho, la pérdida de valores como la perfección o la puntualidad desplazaron al anciano a un plano tan bajo que sólo ha servido para que algunos familiares viviesen de sus pensiones en tiempos de crisis.

Una vez extraídos los correspondientes beneficios, los ancianos han sido abandonados en gasolineras, hospitales o bancos de un parque para que el resto de la familia pudiese disfrutar de unas mediocres vacaciones.

El abuelo, la abuela, no saben nada de nada, es posible que llegasen a sus edades sin haber pasado por la vida, porque no tenían tablet o play, porque no disfrutaron de pastillas de diseño, pobres gentes aburridas que pasaron por la vida sin pena ni gloria.

Los ancianos cedieron, sin querer, todos los títulos y cargos de importancia a las nuevas generaciones que no pueden saber más porque no pueden ir más rápido que el tiempo, porque el vértigo de tanta velocidad del progreso, de la caducidad de las nuevas tecnologías no les deja espacio ni tiempo para sumar antiguas fórmulas que al final de cuentas tan sólo son la base del hoy que a su vez es la base del mañana.

La sociedad actual relegó a su ancianidad a un último plano, al escalón más bajo, lo hizo de un plumazo porque de ese modo no hay consejos que escuchar, no hay conflictos que abordar, tan sólo hay la prisa por ser los mejores en nada, los más imperfectos, los más menos de una larga lista de mejores donde no hay cabida para la mediocridad.

No escuches a un anciano, no pidas opinión a un anciano, no des cabida en tu vida a un anciano, corres el riesgo de aprender algo sin tener un título.

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