Desde el Montgó/JORGE J. PASTOR-MUT (*): Llévame a la cruz
“Jamás hubo en la tierra un acto más libre que esa muerte”, Karl Adam
Sé que no es popular hablar de la cruz en esta sociedad post cristiana. No pretendo agradar sino despertar y desafiar a nuevas realidades a través de los hechos que ocurrieron en el Israel antiguo y que todavía hoy tienen tanta vigencia con la obra salvífica de Jesús, el centro de una nueva vida, aunque no tenga mucha relevancia social en estos días.
Tampoco deseo sermonear pero sí incidir en la mente y llevar a reflexión en esta Semana de Pasión, única, cruda, desnuda, nada folklórica donde la fe tendrá que expresarse en lo íntimo -como tiene que ser- y de puertas a dentro, tal vez como la primera cuando Jesús sufrió tan injustamente aquel proceso corrupto que le llevó a la muerte cruel donde encontramos escrita esta verdad que nos relatan los evangelios.
Cientos de años de historia han añadido tradiciones, costumbres, ritos, ceremonias religiosas que han pretendido crear más piedad, fe y cambios en los seres humanos, pero no ha sucedido así en el corazón, porque sin conversión no hay transformación. Los hechos desde el jueves al domingo de aquella semana son únicos e irrepetibles para dar a conocer las miserias del ser humano y la redención que todavía hay a los pies de la cruz hoy.
Jesús, este año “llévame a la cruz”, desnuda, solitaria, vergonzosa, cruda, real pero paradójicamente llena de amor y amor en libertad como ningún otro ser la ha vivido y practicado hasta tal extremo.
“Llévame a la cruz donde enseñas” que desde lo más adverso y nefasto sale un manantial de perdón cuando el orgullo, dolor y la dignidad pisoteada pide a gritos; justicia y revancha y en ti encuentra frescura, satisfacción y plenitud.
“Llévame a la cruz real “tuya porque muchos viven como tu viviste con cruces injustas, pesadas, solitarias y en abandono. Esa cruz única del Calvario me suena a consuelo, abrazo, caricia, restauración.
“Llévame a la cruz junto a ti” porque en las horas difíciles de dolor, tragedia, desesperanza, como en las alegres, felices y buenas en esa cruz encuentro y hay serenidad, complicidad, mirada profunda y satisfacción.
“Llévame a la cruz desnuda”, sin parafernalias, sin anestesia cuando me siento abandonado, con incertidumbre, fracaso, miedo y duda para no rendirme y encontrar en tu ejemplo la fuerza de vivir, la ilusión de un mañana que empieza hoy.
“Llévame a la cruz de la esperanza” donde tus manos y pies traspasados me dan vida secando mis lágrimas y gemidos porque tú eres grandeza en la angustia, perdón en la oscuridad y vida en la desgracia.
Si, Dios mío, “llévame a la cruz” de un viernes roto, destrozado y muerto, huyendo con inseguridad y vergüenza como los discípulos fracasados y ahora después de tres días tu presencia de paz me busca y da respuesta definitiva a mi existencia: “Ha resucitado”.
(*) Pastor Evangélico.