Encuentro histórico entre el nieto del héroe y la nieta del malvado: Urraca, historia de una purga

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  28/04/2024

La proyección de un documental reúne a los descendientes del policía que intentó dar caza a Azaña en Francia y del embajador mexicano que lo protegió

El agente E-8001 de la Gestapo, conocido con el sobrenombre de Unamuno, persiguió y entregó a Franco a cientos de republicanos exiliados, como el expresidente Lluís Companys o el exministro Joan Peiró

Luis Ignacio Rodríguez Taboada convirtió en embajada varias habitaciones del hotel donde se alojaba el presidente de la República para evitar su captura

 

ROSA RIBES FORNÉS

 

Hay que ser valiente para romper con el pasado y el silencio para denunciar las atrocidades cometidas por un familiar. Loreto Urraca tuvo la fuerza suficiente para plantar cara hace unos años a unos hechos que marcarían su futuro y que habían permanecido ocultos -al menos para ella- hasta 2008. Por un artículo publicado en el diario El País descubrió que su abuelo, a quien no había conocido hasta los 18 años, fue un policía franquista y agente de la Gestapo que había perseguido y entregado a las autoridades del golpe militar a las principales figuras republicanas exiliadas a Francia. Su fama le ha valido el apelativo de “cazador de rojos”, título del documental que se proyectó el miércoles en Dénia dentro de las jornadas Memòria i Futur. A su nieta no le tiembla la voz a la hora de condenar la crueldad de las actuaciones “de un personaje tan siniestro” y autor de hechos “terribles”. Para desafiliarse -como ella dice- de Pedro Urraca, condenar su modo de proceder y visibilizar la “injusticia” que se ha cometió con los exiliados, publicó un libro y se afilió a la asociación Historias Desobedientes, formada por descendientes de genocidas, represores y dictadores de varios países que condenan lo que hicieron sus familiares y se ponen al lado de las víctimas.

            La proyección del documental, codirigido por Pedro de Echave y Felip Solé, permitió el miércoles a muchas personas conocer la historia de este oscuro personaje y de Loreto, una mujer que se crio alejada de su padre y que conoció a sus abuelos cuando ya eran ancianos. Califica los encuentros con ellos de “distantes” y “fríos”, hasta el punto de que siempre les habló de usted y nunca consideró las visitas como algo agradable.

            Descubrir años después quién fue en realidad Pedro Urraca, el policía español que perteneció a la policía secreta de Hitler (agente E-8001 de la Gestapo), culpable de la detención, entre otros, del expresidente de la Generalitat de Catalunya Lluís Companys y del exministro de la Segunda República Joan Peiró, extorsionador de exiliados y judíos a los que prometió documentación falsa a cambio de su dinero, bienes y joyas, y otras muchas barbaridades, provocó en ella “rabia” y “vergüenza”. Como Companys y Peiró, que fueron entregados a las autoridades franquistas para ser fusilados, corrieron la misma suerte otros muchos republicanos que figuraban en la lista de más de 700 exiliados al país vecino que había recibido Urraca.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial y restaurada la democracia en Francia, el agente, de sobrenombre Unamuno, fue condenado a muerte por crímenes contra la humanidad. Huido a España, nunca fue entregado a las autoridades francesas. Es más, siguió trabajando para el régimen de Franco y realizando servicios secretos en Bélgica, donde se encargó de vigilar a los republicanos y, años más tarde, a miembros de ETA. Estuvo en activo hasta 1983, también con los primeros gobiernos de la democracia. Fue suspendido de empleo tras ser acusado de extraviar dinero de la embajada española en Bruselas.

EXILIO Y SILENCIO

 

Muchas de estas cosas las descubrió Loreto Urraca indagando en archivos, así como otros aspectos para ella muy desconocidos del exilio español, “cuando medio millón de personas tuvieron que huir de España intentando rehacer su vida”, explicaba el miércoles en Dénia. Divulgar todo lo acontecido en torno al exilio sigue siendo una asignatura pendiente, un tema que en su opinión no se ha dado a conocer lo suficiente.

            Sentado en primera fila, un hombre escucha con atención. No es la primera vez que visita la sala de actos de la Biblioteca Municipal de Dénia. Lo hizo en noviembre pasado, cuando Manuel Granell presentó la novela gráfica Plomo y Gualda. Entierro mexicano de Azaña en Francia, que calificó como “una historia humana y conmovedora”. Manifestó entonces que le hubiese gustado conocer a la autora del prólogo, que no era otra que Loreto Urraca. Su deseo se hizo realidad el miércoles gracias a las gestiones que realizó la bibliotecaria, Llúcia Signes. Granell fue también testigo de un encuentro que puede calificarse de histórico.

Luis Pérez-Segnini, nieto del embajador mexicano en Francia que auxilió a muchos refugiados españoles, entre ellos, a Manuel Azaña, era el hombre de la primera fila. Su abuelo, Luis Ignacio Rodríguez Taboada, propició el acuerdo franco-mexicano para la evacuación de refugiados a México. Pero además, protegió de la policía franquista y de los nazis alemanes al presidente de la Segunda República en el modesto hotel de Montauban en el que se hospedó en su huida.

Rodríguez Taboada declaró varias habitaciones del hotel delegación diplomática de su país a fin de evitar la captura de Azaña y con la idea de facilitarle el viaje a México. Gravemente enfermo, y con Pedro Urraca vigilante en el vestíbulo, el presidente falleció bajo la protección de un hombre que había puesto en peligro la vida para salvar la suya.

Al finalizar la proyección, la nieta ‘del malvado’ y el nieto ‘del héroe’, Loreto Urraca y Luis Pérez-Segnini, compartieron con los asistentes un pequeño coloquio, donde salieron a relucir recuerdos, salpicados de emociones, y con momentos para la reflexión.

El silencio que ha envuelto los hechos relacionados con la Guerra Civil y el miedo que todavía tienen muchas personas a mirar de frente al pasado impiden en muchos casos la reconciliación con uno mismo. Loreto ha querido saber, ha investigado, ha buscado la verdad y ha vivido un proceso liberador. La purga le permite gritar bien alto, como hace al final del documental, que ya no se avergüenza de llamarse Urraca.

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