GUILLERMO ARES / Democracia: Mi libertad termina donde empiezan los derechos de los demás
Este concepto es de los más ignorados en nuestra sociedad, encabeza la lista de imposibles porque los derechos de los demás pasan a desaparecer cuando prevalecen el egoísmo, la ambición y el poder de otros.
Una sociedad que inculca a sus hijos que el fin justifica los medios si el fin es el dinero y el poder, una sociedad a la que no importa el conocimiento sino el resultado.
Si estudias es para ganar dinero con el título, si no estudias es para ganar dinero con la picaresca.
El vecino debe ser menos, debe tener menos, nuestro coche es más, nuestras vacaciones son más, nuestra ropa es más, todo debe ser más que lo de los demás.
No se enseña economía como la que entendían los Aztecas sino como la entendían los Fenicios, no para sobrevivir sino para enriquecerse.
La riqueza mal entendida, no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita, parece una frase estúpida en días en que las bases del dinero se adjuntan al chupete.
Así, las enfermedades no importan, los laboratorios siguen fabricando medicamentos con varios años de atraso en comparación con las investigaciones, se siguen fabricando automóviles de combustibles derivados del petróleo poniendo miles de trabas a otras opciones, se pone impuesto al sol para proteger a las eléctricas, el propio progreso se paraliza por los intereses económicos de unas pocas compañías y bancos que manejan la economía mundial en su único beneficio.
Los derechos humanos, más allá de los malos tratos o privación de libertad, también están en la posibilidad de acceder a una calidad de vida mejor que no es precisamente la de participar con el dorsal de la maratón del poder del dinero.
Toda la economía está basada en los beneficios económicos (valga la redundancia) y no en los de una vida mejor.
Erróneamente se cree que calidad de vida es un coche que aparca solo, porque nos enseñan esas estupideces desde niños.
No competimos por ganar, participamos para que pierdan los demás.
La cobardía que engendra el confort mal entendido es la que no nos deja ser libres, dependemos de las eléctricas, las petroleras, la banca y tantas otras y otros que nos dicen qué debemos y qué no debemos hacer, qué nos debe gustar y cómo debemos morir con un tratamiento ineficaz tapando al que sí cura, pero no da beneficios.
Ésta es una sociedad podrida, la política lo está demostrando, ya nadie se salva de no ser inocente, el que no es culpable es cómplice, si es amigo, pariente o importante será exculpado.
Si los derechos de unos no paran la libertad de otros, no estamos en Democracia.