GUILLERMO ARES/ El perro del hortelano y las señoras del Rey
Como en más cutre programa del corazón, se ha puesto de moda sacar a la luz las intimidades del Rey emérito y la de sus señoras.
El hombre es hombre y cada vez parece estar más claro que la mujer es mujer, cada uno tiene sus necesidades, esas que antes decían eran fisiológicas y hoy sabemos son sólo calenturas más mentales que físicas.
Qué duda cabe que el señor en este caso tiene todas las de ganar, dinero saliendo por las orejas, poder, buen físico, triunfador, bien relacionado, influyente y hasta gracioso.
Hasta yo creo que tendría al menos un baile con él en alguna discoteca.
Por tanto, es posible que el hombre tenga sus fantasías que parece no consiguió realizar en palacio y no quiera morir sin probarlas.
¿Qué hombre rechazaría la idea de tener unas señoras como esas? Siempre si presuntamente en casa no van bien las cosas, válgame Dios.
Es aquí donde empieza la cuestión, pura envidia e hipocresía, quisiera ver a cualquiera en las mismas condiciones del Rey si haría otra cosa.
Tal vez las cambiaría por alguna más rubia o morena, más alta o baja, todo es que en gustos no hay nada escrito.
¿Qué nos importa?
Pues porque es el Rey de todos los españoles y eso parece que no le da derecho a hacer uso de sus armas sin ser criticado.
Claro que seguramente los caprichos se los ha dado a costa de los dineros del Estado, esos fondos reservados que para eso son reservados y nadie sabe en qué se usan.
¿Quién es capaz de negarle unos dineritos a un amigo para que se tire unas canitas al aire?
Aquí está la otra parte de la cuestión, si aceptamos tener a un Rey, deberíamos leer la historia de la humanidad, los caciques, reyes y dictadores que no salen de las urnas pueden hacer lo que les venga en gana.
Si los representantes del pueblo votan por una Constitución Real, están consintiendo que pasen estas cosas.
Suerte que estamos en el Siglo XXI, porque lo mismo tendríamos que pasar por el derecho de pernada dejando a nuestras esposas e hijas en manos de su Majestad.
Cierto, hay una docena que lo han hecho con este.
Pero en el fondo puede que sea un orgullo, mi mujer se echó un quiqui con alguien importante, aquello de: “si me vas a engañar, que merezca la pena y sea mejor que yo”.
O tal vez, en este cotilleo del corazón Real, encontremos algunas de las verdaderas causas del fracaso de algunas parejas famosas.
Lamentable.