In conversation with/en conversación con Josep A. Gisbert Santonja : Descobrir Dianium- Una atalaya para entender la urbs
ROSA RIBES FORNÉS
“Si hay un lugar excepcional como atalaya para entender Dianium es el castillo”, dice el arqueólogo Josep A. Gisbert. Desde allí y en altura, como apunta, se ve todo el ámbito de la ciudad romana. A ella dedicaremos varios artículos en esta sección durante unas semanas. El objeto no es otro que hacernos una idea de cómo fue la urbs romana, su ubicación, su extensión, su arquitectura, sus calles, plazas y puerto, el espacio urbano. Pero también nos permitirán ir más allá e imaginarnos cómo se configuraba ese espacio política y administrativamente, cómo se organizaba esa sociedad. Es decir, la civitas.
El castillo formó parte de esa ciudad, como han sacado a la luz varias intervenciones arqueológicas. En las excavaciones realizadas en el año 1986 en el Palau del Governador, que dirigió el mismo Gisbert, se encontró un camafeo de época romana, un engarce de anillo con una piedra rica, dorada, con un caballo alado o Pegaso. También en el Verger Baix se hallaron restos de elementos de construcción que pudieron pertenecer a grandes edificios. Son basas, fustes y cornisas de columna molduradas pertenecientes probablemente a algún edificio público, “lo que nos sugiere la idea del desmantelamiento de algún edificio carácter público que debió levantarse frente al mar”.
En el promontorio del castillo no han aparecido sin embargo vestigios de viviendas. El epicentro de Dianium era lo que hoy conocemos como l’Hort de Morand, mucho más grande que en la actualidad y que llegaba más allá de la Avenida Miguel Hernández. Bordeando el castillo, la ciudad se extendía hasta el Carrer Pont. Justo en la confluencia de este vial con Temple de Sant Telm se halló un Mercurio de bronce del siglo II. Era ese punto, prácticamente, el límite de la fachada marítima, que debemos imaginar muy distinta a la actual. El mar llegaría más o menos hasta el palmeral de la finca de Morand que todavía se distingue junto al actual convento de los frailes servitas, situado en la primera línea del puerto romano, eminentemente comercial y de gran actividad.
L’Hort de Morand ha sido objeto de hallazgos arqueológicos desde el siglo XVI. Podemos hablar de “grandes recopiladores de epigrafía romana que hacen referencia a ellos”, explica el arqueólogo. Ellos denominan este espacio que hoy conocemos como Hort de Morand con otro nombre: el lugar del templo. El nombre, como es fácil adivinar, responde a la creencia de que allí podía haber estado el templo de Diana.
Marco Antonio Palau en el siglo XVII y Roc Chabás después, en el XIX, dejan constancia también de los restos encontrados en lo que fue el centro neurálgico de la ciudad. Entre los años 1870 y 1880 José Antonio Morand introdujo los cítricos y transformó esos terrenos en un huerto de naranjos, momento en el que aparecen los materiales más importantes que se conocen de Dianium. Hoy en día se encuentran dispersos en varios museos, como el Museo Episcopal de Vic, el Museo Arqueológico Nacional y el Museo de Bellas Artes de Valencia, al que tanto Roc Chabás -que fue uno de sus impulsores- como José Antonio Morand donaron las piezas encontradas en la finca que guardaban en su poder.
En Dénia se custodia un importante conjunto epigráfico que apareció en los sondeos realizados en las intervenciones arqueológicas de los años 1983-1985. Se evidenció entonces la existencia de varias casas y la base de un pedestal perteneciente a una ara o altar de sacrificios, con dos escalones de acceso de grandes dimensiones. Todo ello se relacionó con las estatuas y demás ornatos propios de la arquitectura del forum, la plaza de Dianium, donde se hacían transacciones y se desarrollaba la vida pública, política y religiosa.
Josep A. Gisbert recuerda que durante el siglo I a.C. Dianium era una ciudad estipendiaria, lo que significaba el pago de unos tributos que a cambio de cierto margen de libertad. Según desvelan las fuentes clásicas, fue durante el segundo viaje de Augusto a Hispania -en el último cuarto del siglo I a.C.- cuando se funda el municipium de Dinaium, adquiriendo un rango superior.
L’Hort de Morand, explica el arqueólogo, ofrece una estratigrafía seguida desde el momento fundacional hasta el primer tercio del siglo VI d.C. Los materiales de esa época encontrados en las excavaciones realizadas en la finca y en la prolongación de Temple de Sant Telm - esquina con el Carrer Pont se exponen en el Museo Arqueológico de Dénia, que tenido desde el momento de su fundación un vínculo indisoluble con el castillo.
“Mirador privilegiado hacia el norte, desde donde se contemplan toda la bahía y el territorio de Dianium y donde la vista alcanza hasta el Bayren, el Mondúver y Cullera”, apunta Gisbert, nos ofrece ahora ocho paneles temáticos que nos ayudan a entender mejor la realidad de Dianium, una ciudad con un importante tráfico marítimo ligado a la alimentación. Durante las excavaciones arqueológicas realizadas en 1988 en la antigua Avenida de las Industrias, hoy Miguel Hernández, aparecieron restos de los primeros horrea o almacenes portuarios (s. I), así como de la dársena del muelle que separaba la ciudad de la playa o el ámbito portuario. Estaban situados entre el convento servita y la prolongación del l’Hort de Morand al otro lado de la avenida, hoy zona edificada. “A lo largo de más de 30 años de intervenciones arqueológicas urbanas”, añade nuestro interlocutor, “han aparecido un conjunto importante de almacenes y evidencias que dan forma y contorno a la fachada marítima de Dianium”.
Finalizado el proceso de investigación y documentación, como ocurre tantas otras veces, de todo aquello no se ha conservado nada, si bien hubo un interés por poner en valor lo que fuese el epicentro de la ciudad romana que se plasmó en la protección de una parcela de unos 20.000 m2 de l’Hort de Morand. Aunque se cree que los terrenos pueden estar repletos de restos arqueológicos y que las prospecciones arqueológicas podrían aportar información relevante sobre Dianium, la parcela no ha sido excavada. Solo se hicieron unas prospecciones geofísicas que constataron la existencia de estructuras hasta la línea del palmeral, que como ya hemos dicho marcaba el contorno de la fachada marítima. Las negociaciones con los propietarios de l’Hort de Morand -solo una pequeña parte es de propiedad municipal- no han llegado nunca a buen puerto. Ha habido movimientos reivindicativos, recogida de firmas y propuestas y oportunidades de actuación, como un proyecto presentado por Adolfo Utor cuando fue concejal de Cultura, recuerda Josep A. Gisbert, para poner en marcha un campo internacional de trabajo y crear un Museo del Mar en la antigua lonja del pescado. Este último proyecto finalmente se hizo realidad, aunque tuvieron que pasar más de veinte años. El primero “continúa en el sueño de los justos”, precisa el arqueólogo, quien recuerda que se dispuso de cerca de un millón de euros llegados de administraciones externas para invertir en l’Hort de Morand a los que, con un cambio de legislatura, se les dio otro destino.
Se han perdido varias oportunidades y el proyecto de crear un parque arqueológico sobre las antiguas ruinas romanas, un gran museo al aire libre sobre Dianium defendido legislatura tras legislatura por los responsables municipales de Cultura, sigue aguardando a que haya voluntad real. Como decía Roc Chabás, en Dénia todo va muy “poch a poch”.
Mientras aguardamos a que se dé vía libre a las excavaciones y al futuro parque arqueológico, les invitamos a adentrarse con nosotros en el Museo Arqueológico en los próximos artículos y descubrir algunas de las piezas que custodia de Dianium, al tiempo que echar una mirada al norte desde el castillo y contemplar, a vuelo de pájaro, los terrenos de la ciudad romana.