Lanza rota por los inmigrantes

  08/10/2011

Guillermo_Ares_Opinion

Todos recodaremos el despectivo término "sudaca" que nació en los 70 gracias a la enorme inmigración de sudamericanos, una auténtica avalancha de una mayoría de gente huída de una situación insostenible en sus países, económica o política.

Eran otros tiempos, psicólogos, dentistas, creativos publicitarios, médicos, otros sin oficio, poca cultura y mucha necesidad invadieron las ciudades y pueblos.

La picaresca aguda, afilada por la desesperación del que es fuerte y tiene que cruzar los brazos cuando el hambre llama, les llevaba a conseguir tarjetas de crédito, alquilar pisos, comprar coches sin avales o garantías de ninguna especie.

La gran mayoría nunca pagó y volvió a su país dejando la estela de una imagen dificilísima de borrar que fue obstáculo para muchos que querían hacer las cosas bien.

Luego llegaron las pateras de África, los rusos, turcos, rumanos y tantas otras nacionalidades representadas en personas buenas y malas como en todas partes.

Se dio la coincidencia que las malas fueron las más sonadas en todas las épocas, algunos consiguieron volver a sus orígenes sin conseguir buenos resultados, otros están en las cárceles y muchos se han adaptado o lo están intentando a base de trabajo honesto y la lucha contra los antecedentes dejados por sus antecesores.

Después de casi cuatro décadas en España debo confesar que he modificado sustancialmente mi teoría sobre los chorizos y su picaresca, sean de guante blanco o de uñas sucias.

Hay muchísimos más chorizos nacionales que inmigrantes, en todos los niveles.

Parece una mala novela de esas en las que pasan cosas imposibles de encontrarlas en la vida real.

Es inexplicable que haya una "raza" dentro de los españoles que sea capaz de ser tan delincuente, egoísta, mentirosa, inepta y que a la vez sea la que maneja los hilos de este país en la política y las empresas.

Parece igualmente inexplicable que haya otra "raza" que acepta todo, se apunta a la indecencia vendiéndose por un puñado de dólares.

Si nunca fue tolerable acusar a los inmigrantes de chorizos e indeseables indiscriminadamente, ahora lo es menos, ya no hay autoridad moral para juzgar a nadie por sus pícaros choriceos, hemos alcanzado, en nuestra propia casa, las más altas cotas de chorizos de la historia.

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