ÁNGEL SERRANO ZURITA/ Las zanahorias de Cristóbal “Bunny” Montoro
Yo pensaba que las ratas viles tenían predilección por la basura, que las zanahorias eran más apetecibles para los conejos. Por eso, me extraña enormemente que Cristóbal Montoro, exponente y referente del sector más ponzoñoso y nocivo para el resto de la sociedad española, aluda a las raíces comestibles de estas plantas para tratar su mala praxis en torno al sistema de pensiones.
Si el ministro metafóricamente tiene el valor de anunciar época de zanahorias en plena vorágine de protestas por la indignidad de las pagas que se establecen, es que admite que venimos de una de palos y, por tanto, nos está insultando o, directamente, tomando por tontos. Eso es motivo más que suficiente para que dimita. Más aún si la zanahoria que ofrece es una reducción del IRPF de los pensionistas, cuando la prestación de la inmensa mayoría es tan ridícula que está exenta de tributos.
Los trabajadores y ex trabajadores en el Estado español no piden ni zanahorias ni lechugas ni tomates, sino que sus derechos se hagan efectivos. No es un capricho, sino una reivindicación legítima que los titulares del poder ejecutivo tienen la obligación de atender. Remitir a la empresa privada como solución evidencia su fracaso. Aunque viendo las caras de felicidad que muestran al tratar esta seria cuestión, cualquiera diría que su buque está naufragando.
Mi opinión es que en nuestra desgracia radica su éxito y el de sus amiguitos del alma. Pienso que cuanto peor para todos, para ellos, mejor. Que a más palos, no sé si más votos, pero sí más beneficios para sus afines. Esas empresas donde finalizarán sus vidas laborales y en las que tienen su particular seguro de jubilación, su puerta giratoria.