Profesionales del cuento

  17/10/2016

Guillermo_Ares_Opinion

Hace unos meses me hice la promesa de no opinar más sobre política, tema agotado semana tras semana en una rutina sin sorpresas cargada de mediocridad vestida de domingo haciendo que sin querer o queriendo sólo podía repetirme por mucha imaginación que le echase al tema.

Después de estas semanas de reflexión, indignación, desidia y me importa un pepino la política, quiero volcar en este espacio una reflexión que nunca dejará huella, sólo quedará en la hemeroteca de este periódico y en los archivos de mi disco duro externo que hoy reemplaza a incómodas estanterías y cajones llenos de papeles y libros.

La trayectoria de los políticos se apoya en largas o ninguna temporada haciéndose ver en alguna militancia, da lo mismo que sea para presidente del país o para concejal del más pequeño de los ayuntamientos.

Pocos o ninguno tiene una amplia experiencia en la vida privada relacionada con la cartera que tenga a su cargo, así podemos ver a muchísimos/as personajes llevando ministerios, concejalías o alcaldías sin ninguna experiencia o conocimientos en el sector que les ha tocado.

He vivido personalmente esa inexplicable falta de valores cuando en mi Argentina natal y a mis veintitrés años solicité a un alto cargo del gobierno, casi un padrino para mí, que me diese una oportunidad en alguna provincia, ya que siempre he preferido las pequeñas poblaciones para sobrevivir con mejor calidad de vida.

El poderoso número tres de aquel gobierno era nada menos que uno de los siete gobernadores del Banco de la Nación Argentina, haciendo uso y abuso de su silla sólo me dijo que elija provincia para luego ofrecerme el puesto de cajero de la sucursal de "su" banco en la provincia de mis sueños.

A esa edad yo ya tenía una reconocida mochila como creativo de publicidad y periodista, pero de arqueos de caja e interés interbancario sabía lo que hoy saben nuestros políticos de sus obligaciones con los ciudadanos. Nada.

Rechazada aquella opción aterricé en España, pero esa es otra historia que será contada aparte.

Lo que hoy me ocupa es que si alguno de los grandes empresarios, profesionales de los negocios, la industria, medicina, obras civiles de gran tamaño se dedicasen a dirigir este país, y algún otro, el mundo sería otra cosa, seguramente con mejores resultados en sus cuentas y menos delincuentes de guante blanco cuidando unos a otros sus espaldas porque si alguno abre la boca caen todos sin excepción.

Es insólito ver cómo un pueblo se desmorona sin remedio, sin hacer una cacerolada, sin manifestarse, sin más que la resignación de quien sufre la impotencia de tener que cruzar los brazos y bajar la cabeza ante los poderosos que juegan a la oca en un tablero que ellos creen es una granja de su propiedad.

Eso ya lo hacía Franco y la gran mayoría lo ha criticado sin que ahora nadie mueva un dedo.

Llevamos casi cuatro décadas en la dictadura de la democracia, esa que no nos deja respirar en nombre de los derechos de todos.

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