Treinta y seis familias y 90 personas refugiadas han sido acogidas en la Vall del Pop

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  09/04/2022
Se necesitan más casas y se recogen alimentos y medicinas para trasladarlos a la frontera con Polonia

Mucha gente se ha volcado con las víctimas de la guerra entre Rusia y Ucrania y las muestras de solidaridad son numerosas en nuestra comarca. Un caso extremo y digno de atención es la labor de la ONG Vall del Pop Ukrania en el momento que hace más falta, cuando gran parte de la población ucraniana trata de encontrar refugio durante el conflicto bélico. Esta asociación ha creado una red de familias que están dispuestas a colaborar con las personas desplazadas. La colaboración se puede dar de distintas maneras, desde ofrecer una vivienda de transición mientras dure la guerra o productos para el banco de alimentos, para el banco de ropa o recursos personales en forma de donativos.

            Treinta y seis familias y casi un centenar de personas han sido acogidas en los nueve municipios que configuran la Vall del Pop. Todas ellas, excepto dos que vinieron en su propio coche, han sido trasladadas por voluntarios de la ONG en sus propios vehículos y furgonetas. También se fletaron sendos autobuses para recoger a gente en Cracovia, en la frontera de Ucrania con Polonia. Y los viajes de ida se aprovechan para llevar medicinas y alimentos para los bebés, lo más necesitado en tiempos de guerra.

            El promotor de esta iniciativa es el matrimonio formado por Richard y Lauren Mcenery. No están solos sino que cuentan ya con más de 400 voluntarios y la ayuda del departamento de Servicios Sociales de todos los municipios de la Vall del Pop, desde Benissa a Benigembla. También han implicado a entidades solidarias y sin ánimo de lucro como Cruz Roja, el Rotary Club Benissa-Teulada y el de Calp, Cáritas Parroquial, Jalon Valley Help, Help La Marina y diferentes asociaciones de ucranianos e ingleses que viven en nuestra zona.

            El esfuerzo de todos permite ofrecer un servicio “integral” –por llamarlo de algún modo- a las familias que más lo necesitan. Desde ofrecerles una casa de acogida hasta acompañarles a hacer la compra, al médico o llevar a los niños a la escuela. “El colegio de Parcent”, indica Richard, “tenía 29 alumnos y ahora tiene 42, por poner un ejemplo”. Además, se atienden también los gastos de luz, agua o gas en las casas de acogida. Incluso si necesitan muebles, gracias a la colaboración desinteresada de muchas personas.

            Richard subraya que “lo que hacemos es hacer un contrato de tres meses, aunque no se paga nada”. “De este modo”, añade, “tenemos una garantía, tanto para los propietarios de las casas como para los mismos refugiados. Pasado este tiempo, luego veremos si hace falta más”. La mayoría de los refugiados, mujeres y niños, porque los hombres están en la guerra, quieren regresar a su país. Pero “estamos ya viendo la posibilidad de conseguir ayudas de la Diputación de Alicante para el alquiler de viviendas por si tenemos algún caso de gente que se quiera quedar aquí”, añade Richard.

El trabajo de Vall del Pop Ukraina está muy bien organizado. Hay más de 400 voluntarios “que hacen cosas cuando pueden”, matiza Richard. Pero nueve de ellos colaboran ya todos los días porque se encargan de coordinar la lista de transporte, con 80 voluntarios, hombres y mujeres, que usan sus vehículos para llevar a los desplazados al centro de salud, a los supermercados o al colegio. Otro grupo, con casi un centenar más de voluntarios, hacen comida todos los días y la llevan a las casas. Y hay también un grupo que ayuda con los niños. Disponen de dos voluntarios en Cracovia que están encargados de coordinar los viajes de ida y de vuelta.

            La idea es que los refugiados vivan con “normalidad” a pesar de que están lejos de su país y saben que la guerra todavía no ha terminado. Por eso intentan que su día a día sea como el del resto de la gente, volcada en la atención a los hijos, estudiar y entretenerse jugando o haciendo deporte.

            Richard dice que “cada semana hay coches subiendo y bajando y no vamos a parar”. Ahora bien, las casas de las que disponen en la Vall del Pop están ya repletas y por eso “hago un llamamiento a toda la gente de la comarca. Necesitamos casas, no solo en la Vall del Pop sino en otros lugares de la Marina Alta”. Para contactar con ellos no hay más que acceder a su página web. Allí hay dos formularios que hay que rellenar. Uno es para colaborar como voluntario, para ayudar en los alimentos y en el transporte, y el otro es para ceder temporalmente una vivienda. Una vez rellanados los formularios, ellos ya se ponen en contacto con los interesados para seguir con todo el proceso y atender a los refugiados. “Somos una ONG seria y, en dos semanas de recogerlos en la frontera con Polonia, ya tienen casi un vida normal, con los niños en la escuela, con comida, una casa, etc.”, afirma Richard.

“Se lo hacemos fácil y ofrecemos todo, incluso tienen hasta psicólogos”, concluye.

            La idea es seguir colaborando con esta gente una vez terminada la guerra. Por eso, la ONG recoge donativos y los recauda para ayudar a la reconstrucción del país, con la construcción de casas, colegios, centros de salud, etc.

 

UN EX MARINE EN LABORES HUMANITARIAS

           

            Richard Mcenery es un ex marine británico y ha trabajado en más de 60 países, la mayoría en zona de guerra o donde hay problemas humanitarios. Llegó a España hace un mes y medio y “vi lo que estaba pasando en Ucrania y la guerra con Rusia y decidí hacer algo con los refugiados junto con mi mujer Lauren”, cuenta. Se puso en contacto con el alcalde de Benissa, Arturo Poquet, -que es amigo personal suyo- para crear una zona de protección para la gente que ha salido forzosamente de su país huyendo de la guerra. Por eso contactó con los nueve ayuntamientos de la Vall del Pop para crear una ONG o una asociación –como quiera llamarse- y atender a toda esta gente de forma solidaria. Pero era necesario unir fuerzas y trabajo para tener más opciones y posibilidades. Y lo ha conseguido porque su labor es un ejemplo para todo el mundo.

            Él había trabajado ya en Ucrania y ha estado allí más de un veintena de veces, conoce la zona, porque entrenaba al ejército especialista. Gracias a sus contactos ha sido capaz de crear un corredor seguro para sacar gente, primero a amigos y después a conocidos.

            Su mujer, Lauren, es de Sudáfrica y sabe también lo que significa tener que abandonar tu país a la fuerza, porque lo ha vivido cerca de casa. Además, los dos tienen en su ADN el espíritu solidario y humano. “Allá en Sudáfrica”, apunta Richard, “hace años que colaboramos en tareas en defensa de animales que están en peligro de extinción”. “Aunque no lo habíamos hecho nunca con hombres y mujeres”, añade, “para nosotros ha sido fácil iniciar todo esto. Ya teníamos ese amor por ayudar y, ante esta emergencia, no lo pensamos mucho”.

            ¿Por qué esta guerra? Richard, como ex militar, lo tiene muy claro: “Nadie sabe cómo está la mente de Putin. Ni los propios estrategas del ejército ruso saben lo que piensa y lo que tiene en su mente. Ese es el problema más grave”, subraya.

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