A la luna de Valencia: La bolsa... de la compra
Estamos en los últimos tiempos tan preocupados con los mercados y su rapacidad, que no nos fijamos en los supermercados y superficies comerciales. Desde que una gran superficie comercial, cuyo nombre no diré, porque si quieren hacerse propaganda, que la paguen, estableció que los clientes deberían de pagar por las bolsas de plástico usadas para llevarse la compra, con la excusa de que estaban fomentando las buenas prácticas ecológicas, se ha extendido el pago de las bolsas. Ahora bien, si esas bolsas las pagaba el cliente, religiosamente, entonces ya no había atentado ecológico. Podía llevarse una o cincuenta, siempre que las pagara, como ya he dicho.
Una bolsa, cuyo precio es mínimo, no produce ningún trastorno económico al consumidor. Pero cuenten las bolsas que se pueden vender en un día, que no siempre que compras te acuerdas de coger una bolsa de casa o tienes una bolsa a mano. La cantidad puede ser asombrosa, con lo que la cantidad recaudada, es un pellizquito, pellizquito que antes se daba gratuitamente y como parte del precio de lo comprado.
Ya he dicho que en el precio total de la compra no supone gran cosa, pero al consumidor, que no cliente, se le tiene que ofrecer las bolsas que necesite, haciéndole saber el precio y el tamaño, para que pueda escoger la menos contaminante, si es de eso de lo que se trata, es decir, la más pequeña, la más barata, que aunque sea una miseria la cantidad cobrada por las bolsas, "tota pedra fa pared".
Es de justicia decir que hay establecimientos y personal de caja que si que te ofrecen cantidad y variedad, del mismo modo que también hay personal que te hace un favor, ofendiéndose si le pides otra bolsa diferente a la que la que te han ofrecido.
El medio ambiente tiene que ser respetado, con bolsas o sin bolsas. Pero no debe ser una coartada para aumentar los beneficios. Porque cualquier excusa es buena, en estos tiempos de crisis, para hacer caja.