A la luna de Valencia: Seis millones doscientos mil sufrimientos
Hay momentos en la vida de las personas que anulan o inhiben cualquier actividad que no sea la que les produce mayor preocupación. En ese estado me he desenvuelto en las últimas semanas. Un poco más relajado, quiero volver a contactar con ustedes para decirles lo que otros les hubieran dicho. Porque la crisis y sus consecuencias ha sido y es el tema estrella de estos tiempos.
El saber que hemos sobrepasado los seis millones de parados (con mucho), me ha preocupado, soliviantado, indignado, mas por lo que se dijo cuando estábamos en los cinco millones. De aquellas palabras que decían que al día siguiente de las elecciones se crearían 3 millones puestos de trabajo hasta día de hoy en el que se admite que en lo que queda de legislatura no se bajará de esa cifra de los seis millones y pico, me atrevo a decir que habrá más, porque la impavidez y la falta de respuesta, ni siquiera verbal, ante este escalofriante dato, hace pensar lo peor.
La pregunta es: ¿Que les deben nuestros mandamases a los del norte de Europa, que le deben al Fondo Monetario Internacional, que esperan del Banco Central Europeo? A lo peor, lo que les falta es dignidad, coraje, sentido patriótico, un mínimo de humanidad y les sobra un exceso de avaricia, de olvidarse hemos decidido la ciudadanía con nuestros votos el que puedan gobernarnos, administrarnos. Pero que esos votos no les dan patente de corso y que ante una situación como la actual, carentes como están de ninguna iniciativa favorable, lo mejor que pueden hacer es convocar nuevas elecciones, presentando un programa creíble y comprometerse a cumplirlo. También olvidarse del juego de las mayorías y las minorías e implicar a todos los políticos a un gran pacto nacional, en el que si es preciso, sacarnos de la zona euro, devaluar nuestra moneda y dejar de ser las chachas de la Europa rica o la mano de obra barata, que digo barata, a precio de saldo. Porque que nuestros jóvenes talentos se vayan no es movilidad exterior, sino huída ante la falta de expectativas y se van a esos países a sacarles las castañas del fuego con salarios ridículos, haciéndoles un flaco favor a los universitarios y científicos aborígenes, es fomentar la xenofobia contra los pobretes del sur, esa xenofobia que ya hemos notado con esos comentarios de que éramos bajitos y morenos y que gastamos menos del 15% del PIB en cultura, o que somos un país corrupto y poco fiable, o que somos poco trabajadores y muy ociosos.
Solo falta que nos digan que la ciudadanía del sur no debe tener estudios superiores, para no aumentar el gasto en enseñarles y que aprendan solo un oficio, que les lleve, esta vez con maletas de imitación de Vuiton y no de cartón, hacía ese norte cada vez mas deseado, cada vez más lejano, cada vez mas de espaldas a nosotros. Pero que sepan que Europa no son ellos. Somos todos o no será.