El colapso del turismo en la Costa Blanca (IV)

El colapso del turismo en la Costa Blanca (IV)
  19/07/2020
JESÚS MIGUEL GONZÁLEZ LANÁQUERA

“Desde Dénia hasta Oriola
es el terreno un jardí,
cada poblet un capull,
y Alacant la rosa en mitg.”

De lo más profundo de mis apolillados archivos he rescatado y transcribo literalmente esta arcaica y no muy conocida coplilla popular alicantina, ciertamente cursi y escrita en un valenciano quizá poco ortodoxo -no lo sé-, pero que traducida al castellano aún resultaría más sonrojante, por no decir estrambótica. Su autor es anónimo, pero estoy seguro de que en los lejanos tiempos en los que fue escrita o, más bien, recitada, ya había poetas autóctonos más cualificados y creativos que habrían podido legar piezas folclóricas de mayor entidad. Sea como fuere, lo cierto es que viene muy a propósito para ilustrar, una vez más, lo que fue esta tierra durante siglos antes de que llegase el turismo, se apropiase de ella y la transformase radicalmente hasta volverla del todo irreconocible. 
    Y es que el primer damnificado en cualquier transformación operada por el desarrollo es el paisaje, como pueden atestiguar las fotografías incluso en cortos períodos de tiempo, y con la transformación del paisaje terminan por desaparecer los elementos arquitectónicos tradicionales de naturaleza rural, en este caso, y entre otros, las alquerías y los autóctonos riu raus, tan típicos de la comarca, empleados en las tareas agrícolas de la pasa. Por razones y circunstancias ya sobradamente conocidas, el comercio de la pasa colapsó hace cien años, pero muchos riuraus hubieran podido preservarse y reacondicionarse para otros usos si la fiebre urbanística del turismo no se los hubiera llevado por delante en su afán colonizador. En una fecha tan tardía como el año 1977, cuando la colonización ya se había consumado y resultaba irreversible, todavía Francisco Seijo Alonso, en su Guía Secreta de Alicante, escribía en estos términos tan optimistas: “Viajando por la costa (…) el riu rau entre Calpe y Denia, es sin duda el tipo de habitación más característico de la zona (…) Es la alegría y el ornato del paisaje, lo mismo a la vera del mar que en los valles del interior (…) Vivienda bien aireada, orientada casi siempre al mediodía, el sol da de lleno sobre las mil veces blanqueadas fachadas, en un paisaje lleno de luz y colorido. Al haberse adoptado las arcadas a las viviendas modernas, es por excelencia el tipo de arquitectura que perdurará en la provincia”. 
    Pero ya a finales de los setenta quedaban muy pocos riuraus alegrando y ornamentando el paisaje, aunque todavía hasta mediados de los ochenta estas tierras conservaban algunas de sus esencias rurales, si bien no arquitectónicas, por lo menos sí topográficas. Una fisonomía territorial de bancales, acequias, balsas de riego, fincas de secano o de regadío, huertos, olivares, viñedos, naranjos, pinares, que no tardarían en ser arrasados por las máquinas excavadoras para preparar el terreno en donde habrían de asentarse esas “viviendas modernas” -en palabras del cronista antes citado- destinadas al turismo, y que en realidad en nada recuerdan a los tradicionales riuraus, por más que unas pocas de ellas hayan adoptado en su construcción algunos elementos arquitectónicos de aquellos. Y esto en el interior de la comarca, porque en el litoral, de la tradicional cultura pesquera de estas tierras han ido quedando solo pinceladas exóticas, retazos nostálgicos, reminiscencias folclóricas, y los viejos barcos de faena van siendo arrinconados en sus pequeños puertos por las ostentosas instalaciones náuticas para las embarcaciones de recreo.
    Con la transformación del paisaje natural y la aniquilación de la arquitectura autóctona y tradicional de cada territorio, la expansión del desarrollismo turístico acaba estableciendo una uniformidad urbanística homogénea y estandarizada para todos sus territorios colonizados, hasta el punto de hurtarles su primitiva identidad a cada uno de ellos. Nunca antes, y sin salir del litoral mediterráneo peninsular, habían sido tan semejantes y casi indistinguibles entre sí tantos lugares de la Costa Blanca, la Costa Brava o la Costa del Sol, entre otras. (Continuará).

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