Del lavadero a la lavadora
Las mujeres de antaño iban con la ropa en los hatillos a lavar al río primero y después al lavadero. Tras lavar en el río, tendían las ropas sobre el romero, como dice el villancico y una vez secas y con el olor a romero la recogían y regresaban a sus casas por los caminos y veredas. A la vuelta regresaban juntas cantando pequeños romances o hablando de aquellos rumores que existían en la villa. Que si fulanita..., que si el chico de la..., que el otro día vi..., que la muchacha de...
El lavadero era otra cosa. Era como un templo femenino (un gineceo) donde las mujeres lavaban las ropas del hogar sobre la piedra llena de surcos por donde el agua caía sobre la pila. Si os fijáis en la fotografía cedida por el Mvsev de Xàbia hasta tiene forma de templo pequeño o de ermita a la que le faltaría el campanil o la espadaña. Allí las mujeres apaleaban la ropa que antes habían remojado con agua y cubierto de jabón. Hasta el jabón estaba fabricado en cada casa.
En el lavadero se lavaban las prendas y el ánima. Y digo el ánima porque el lavadero tenía una función terapéutica. Allí, que yo sepa, no iban los hombres y las mujeres se despachaban a gusto hablando de todo aquello por lo que sentían interés. Que si amores de otros (los propios se los guardaban aunque a lo mejor otras los destapaban), infidelidades, penalidades, penurias, como cocinar mejor o usar un condimento u otro, estrategias para hacer la vida mejor, argucias y posiblemente hasta filtros amorosos o estratagemas para cautivar o seducir. También allí se aliviaba el dolor de la viuda, de la abandonada o de la que sufría. Se daban y recibían consejos que luego no se seguían o a lo mejor sí, sobre cómo actuar ante un mal de muelas o incluso el trencar el enfit. Como combatir la tristeza y el mal humor. Como alejar al novio que no se quería o que hacer ante una situación desesperada. Y decía 'terapéutico' porque tras el lavado, todas regresaban a sus casas con otro espíritu. La jornada y las risas habían hecho el milagro junto con los cantos. Las tristezas y los malos humores habían desaparecido o se habían aminorado al contacto con las demás. Pero había otro elemento importante y era el de mostrar las buenas ropas que una llevaba, telas cuidadas, bordados en sábanas o mantelerías, ropa interior de ellas y posiblemente también la de los maridos, padres o hijos. Con todo esto estaba mostrándose el alma de cada mujer y a la vez de los miembros de su familia y siempre alguna establecía comparaciones. Era el momento de presumir de la ropa que se utilizaba en casa.
Frente al lavadero de antaño, surgió la lavadora primero y hoy hasta la lavadora-secadora.La lavadora está ubicada en un lugar pequeño. A veces cuando hay un dúplex o un tríplex, la lavadora se coloca a ella sola, allá arriba. La mujer está sola frente al aparato. Hoy también puede ser que el hombre esté ante la lavadora. Una vez le pregunté a uno que se había separado de su mujer que era lo peor de su nueva situación. Me contestó que el seleccionar la ropa para la lavadora era una de las peores cosas. Una vez había metido pantalones blancos y le salieron colorados o una camisa grande y le salió disminuida... El hombre hoy también puede estar ante la lavadora. Estamos ante una actividad individual y ya no hay terapia que valga. La mujer o el hombre frente a la máquina.
¿Qué hemos ganado? Comodidad. ¿Qué hemos perdido? Sociabilidad. ¿Es mejor lo de hoy o lo de antaño? Todos diréis: ¿cómo vamos a volver a ir al lavadero?, pero la verdad es que hoy cada uno vive solo con su aparato de inteligencia digital, o su lavadora... ¿es esto bueno?
En el lavadero surgían también los trapos sucios. Hoy los trapos sucios están en la Televisión.