Desconectar para conectar
??INÉS ROIG (*)
Son tiempos para desconectar.
Todos pensamos, de inmediato, que hay que empezar las vacaciones y olvidarse del trabajo, relajarse, desestresarse. Pero disfrutando de las merecidas vacaciones de verano, seguimos recibiendo e-mails y haciendo cuatro números antes de tumbarnos en la arena. No son pocos los que no consiguen desconectar del trabajo.
Con la crisis de nunca acaba parece que la desconexión se borra de nuestro diccionario. Las causas son muchas y variadas; y las consecuencias fatales para nuestra salud y muy perjudiciales para nuestro rendimiento, en opinión de los expertos.
Desconectar del trabajo en nuestro tiempo de ocio cuando se ha transformado en una máquina imparable de producción de estrés, se convierte en necesidad. Pero... ¿qué significa desenganche? Es un concepto por el que acordamos el distanciamiento mental de una actividad supuestamente desgastadora, estresante o aburrida. También hay que tener en cuenta que muchas veces no es la tarea en si la que impide al sujeto desconectar del trabajo, sino algún elemento temporal que se asocia y que contribuye a darle un toque emocional que deriva en ansiedad y de esta manera se hace obsesivo. Puede ser debido a problemas derivados de las relaciones humanas, laborales o al trabajo en si, en las dificultades para asumirlo.
Se suele hablar de vida personal y laboral como si fueran dos cosas diferentes, como si fueran la parte de vivir y la parte de sufrir, y ese puede ser el primer pensamiento erróneo que nos amargue la vida. Las horas de trabajo también son vida, por tanto también deben ser horas con suficiente calidad de vida. Igualmente, las horas y días de vida privada deben ser una parte llena, y eso hay que trabajarlo, no viene solo, e implica actividades que te gusten con amigos y familia. Pero en muchas ocasiones el trabajo muda en esa parte del sufrir, invade lo privado, tiñe de gris las relaciones personales y levanta gritos en casa. Es en ese momento cuando hay que frenar, cuando hay que trabajar no solo para que salgan los números y las letras, sino para que todo aquello que vivimos, lo laboral y lo personal, sea positivo.
Hay que apagar los teléfonos móviles y empezar a vivir. Solo así se reducirá el agobio, aumentará la satisfacción con nuestra vida y crecerá la creatividad y capacidad de concentración. Así evitaremos dolores de estómago, de cabeza, alteraciones cardiovasculares, problemas musculares, depresiones y ansiedad.
Desconectar y encarar otras actividades es enriquecedor, especialmente para la mayoría de personas que no tienen trabajos vocacionales y que deben destinar unas horas al día a atender asuntos que nada tienen que ver con su vida y sus intereses. Nadie es capaz de actuar correctamente cuando está sometido, presionado o desanimado. Es vital desenchufarnos del trabajo más de dos horas al día.
La vida sana, caminar, hablar, expresar nuestras emociones, ilusiones y miedos, son labores gratificantes que nos robustecen el cuerpo y el alma.
Cuando hablamos de desconexión nos referimos a los elementos tóxicos que pululan por nuestra mente y que tenemos que saber gestionar, cuando no expulsar. Porque la mente, potencia intelectual del alma, siempre está ahí, conectada, consciente o inconscientemente. Si la conectamos y disfrutamos de todos aquellos momentos que nos gustan y relajan, divierten o distraen, desconectaremos.
Ya está claro: desconectar para conectar.
(*) Farmacéutica