El poder sin conocimiento es una fuerza sin control
Y una fuerza sin control es un verdadero peligro además de un esfuerzo inútil.
Este concepto llevado a la política tanto local, provincial, autonómica, nacional o internacional se reduce a que quienes obtienen algún poder no siempre saben asimilarlo, precisamente por falta de formación e información para asumirlo y ejercerlo con eficacia.
El carné de conducir, el permiso de armas, el de tenencia de animales peligrosos, el de político en general, se asemejan en la escasa, por no decir ninguna, rigurosidad al ahondar en los conocimientos y facultades del solicitante.
Ya lo decía el tango Camuflaje, que no Cambalache, hace tan sólo unos cien años... "cualquier gato con tarjeta se las da de gran señor y los chorizos se dan cita en el campo del honor".
Parece inherente al ser humano desbordarse al conseguir poder, aunque se lo haya otorgado su propio pueblo, el que a partir de ese momento se convierte en su contratante, algo así como el dueño de casa que de pronto se ve dominado y controlado por el mayordomo que en lugar de ocuparse de las camisas del señor obliga a éste a planchárselas penalizándole por cada arruga.
Con el pasar de los años nada ha cambiado, los de arriba no recuerdan que antes estaban abajo y que los de abajo les pusieron arriba, no existe excusa, faraones, reyes, presidentes, generalísimos... si alguna vez fueron graciosos niños juguetones se perdieron al alcanzar su cota de poder.
La pregunta del millón se compone de dos reflexiones:
¿Será que realmente el poder les hace creer que lo saben todo?
¿Será que están convencidos que porque los demás no somos de la clase gobernante no tenemos ni idea, por ejemplo en aquellas cosas que nos han permitido ganarnos la vida holgadamente gracias a nuestra profesión?
Sea o no, esa es la impresión que da, y si hay alguna duda, no perdamos de vista la "Esperanza...", menudo ejemplo.