Excursionando por la comarca: Hacia el sur de Alicante (XV)
Hoy vamos a hacer una propuesta o sugerencia que se sale de la comarca, pero no de lo que significó 'comarca' en el siglo XIX. La extensión de una comarca estaba marcada por las distancias de una población a la capital de la comarca, sede del mercado o feria, posibilitando que una persona, en carro, pudiera ir y regresar en el mismo día a casa. Hoy, con los nuevos medios de transporte lo que antes se recorría en medio día (ida a la capital comarcal) hoy se puede hacer en una hora o menos. Por ello nuestra propuesta va al sur de Alicante y aunque nos salimos de la comarca, lo podemos hacer con relativa facilidad.
A la isla de Tabarca, cuyo territorio es una pedanía de la ciudad de Alicante, se puede acceder por mar desde Alicante, Santa Pola, Guardamar y Torrevieja. Pero la menor distancia es desde Santa Pola, de donde salen barcos para llevarnos a la isla con mayor frecuencia. Si queremos llegar pronto, lo mejor es coger un barco-taxi que en 15 minutos nos sitúa en la isla; si queremos disfrutar del recorrido e incluso poder tener visión submarina al acercarnos a la isla, podemos coger una 'tabarquera' o catamarán pero el viaje dura unos 40 o 45 minutos.
Una vez en la isla lo mejor es disfrutar de su playa y de sus calas. El disfrute de la playa por la cercanía al lugar de desembarco puede ser inmediato; para gozar de una cala tendremos que buscarla lo que nos supone recorrer alguna distancia hasta encontrar la que nos guste.
Pero también podemos, además de comer de uno de los muchos restaurantes que hay entre el muelle de desembarco y la playa, visitar la isla y recorrer sus calles que durante el día presentan un aspecto bullicioso pero que al caer la tarde se vuelven tranquilas y casi solitarias. El bullicio en sus calles comienza hacia las once de la mañana y termina hacia las siete de la tarde en este tiempo, porque en invierno la cosa cambia.
Junto a los restaurantes podemos ver el Museo y un audiovisual donde se nos presenta la historia de este enclave que en su día fue punto avanzado de piratas berberiscos, luego poblado por genoveses, prisión militar, ubicación de una almadraba... hasta hoy en que es un reclamo turístico de primer orden y constituye una reserva marina desde 1986.
El disfrute de la isla en el momento nocturno, (hay que reservar estancia con antelación, en uno de los hoteles que en ella hay), es delicioso así como el amanecer porque recibir los primeros rayos del sol junto a las gaviotas es un placer casi de dioses. Pero el atardecer, desde la playa, traspasando la puerta de la muralla de San Gabriel, la puesta de sol adquiere resonancias casi míticas. Cuando estuvimos, despedían al sol en sus últimos momentos, casi medio centenar de ejercitantes de yoga que con sus posturas le deseaban un feliz regreso al día siguiente. El recibir la calidez de esos últimos rayos de sol constituye todo un elemento de gratitud hacia la madre Naturaleza y un refuerzo para el alma.
Ya había estado en Tabarca hace tiempo pero entonces, durante el día, no presentaba tanto bullicio. En la actualidad, en los meses de julio y agosto, los visitantes se multiplican; los lunes y viernes se puede estar más tranquilo, por visitar la isla menos gente; pero el resto de días y sobre todo los fines de semana, la isla se vuelve casi intransitable. Su playa se llena, los restaurantes no dan abasto, aunque también hay gentes que con su pequeña nevera se surten de una comida que han preparado con antelación y la consumen cuando llega la hora del yantar. Cuando estuve como ahora, me recorrí la isla de parte a parte (1800 metros de larga) y pude ver lo que los lugareños llaman 'el campo' con el faro, la torre de San José y el Cementerio. Al otro lado la iglesia y la fortificación con murallas que todavía quedan en pie a pesar de los embates del mar y del paso del tiempo.
Nota: Este artículo era anterior al publicado la semana pasada.