GUILLERMO ARES/ Ese puntito que da la bebida y el placer de las drogas

GUILLERMO ARES/ Ese puntito que da la bebida y el placer de las drogas
  22/05/2017

 

Parece imposible que ante tanta evidencia los humanos, en muchos casos, demasiados, no tome nota de lo inútil que es colocarse y/o emborracharse con la excusa que sea.

            Perder el control no es un modo de libertad ni poder, sino exactamente lo contrario.

            Uno de los argumentos de quienes necesitan pasarse de la raya bebiendo es el de conseguir ese puntito que da alegría, soltura, ese que desinhibe al personal delante del personal.

            La cultura del beber se pierde en la ignorancia de la borrachera, pasando del placer al no acordarse de nada o sufrir resacas nada placenteras.

            Cierta vez un catador experto de unas bodegas jerezanas me dijo que con los ojos vendados y “catando”, podría decirme de tres vinos diferentes hasta si estaba nublado el día que cosecharon la uva, en un intento de demostrar su enorme capacidad de diferenciación de los caldos, pero, añadió que si en lugar de catar se dedicaba a beber las tres copas íntegras en pocos tragos, la cuarta copa sería incapaz de diferenciar si era vino tinto o blanco.

            Ciertamente hay una dosis de exageración en sus palabras, pero son muy ilustrativas a la hora de sostener la idea de que beber sin control no ofrece ningún resultado que sirva para nada.

            La humanidad nunca comprendió que todo lo que se haga sin control es poco fiable o hasta inútil.

            Los humanos tienen la necesidad de sentirse libres, anárquicos (que no anarquistas), en un intento de no ser dominados por ninguna fuerza.

            Es aquí cuando caen en el error de beber, la bebida les da una euforia de bases falsas que los convierte en un hazme reír o en un peligro para los demás.

            Con las drogas estamos ante una situación similar, de formas distintas pero con los mismos resultados, se pierde el control sin ningún beneficio real.

            Las noticias son determinantes, las estadísticas son de terror, la enorme mayoría casos con final trágico están relacionados con el exceso de alcohol o de drogas.

            Así surge la gran pregunta ¿Es posible que tanto ser humano sea tan irresponsable como para llegar a esos puntos de descontrol?

            Por ahora la respuesta es “SÍ”, las estadísticas lo confirman.

Como todo en esta vida, el problema hay que atacarlo desde la base, pero si los hijos viven en un entorno donde sus padres cogen el puntito en cada oportunidad de festejar algo, si los alumnos ven a sus profesores, que son también padres, coger el puntito en borracheras de fines de semana, si hasta identifican a más de un representante de alguna autoridad de la ley y el orden arrastrado por el puntito en la barra de algún bar, eso sí, nunca estando de servicio.

            Obviamente, no parecen buenos ejemplos para unos niños que son maleducados en pocos valores y los pocos nada profundos.

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