GUILLERMO ARES/ La maté en defensa propia

GUILLERMO ARES/ La maté en defensa propia
  12/06/2017

 

Esta semana he leído una noticia sobre un rayado que alega defensa propia al haber apuñalado a su mujer nada menos que ochenta y cinco veces, parece ser que todas seguidas.

            Si nos tomamos el trabajo de leer sobre el origen de las cárceles en el mundo veremos que son un método relativamente moderno, antes se sancionaban los delitos mediante latigazos o la guillotina hasta que en un intento de reducir semejante barbaridad se optó por retener y aislar al culpable esperando que de ese modo se arrepintiese de sus delitos y reinsertarse en la sociedad.

            Los delitos económicos o de bienes tienen su origen en las clases deprimidas, falta de trabajo y ninguna educación llevan al robo o hurto en todas sus modalidades.

            Pero la ira hasta el punto de apuñalar a alguien es un tema más difícil de tratar, mucho más complicado de prever y parece ser que casi imposible de evitar.

            Muchos son los casos de violencia, no necesariamente machista, que terminan con graves heridos o muertos debido a ataques con armas u objetos capaces de provocar semejante final.

            Si uno no quiere, dos no discuten, si dos tienen ideas diferentes está el diálogo discutirlas y el respeto para que cada uno mantenga las suyas.

            Esta fórmula que parece tan sencilla, es posiblemente la más difícil de encontrar en la humanidad, guerras, guerrillas, entre pueblos, entre aficionados a algún deporte o hasta en la familia.

            Lamentablemente está demostrado que la cárcel no siempre es una solución, mucha gente sale peor de lo que ha entrado, otros siguen con sus fórmulas delictivas aún en los altos niveles de los que se suponen buenos ciudadanos, educados, instruidos llegando a ser grandes hombres de negocios que después de la cárcel vuelven a montar su chiringuito de estafas para recuperarse de la caída anterior.

            Como todo en nuestras sociedades mundanas, la base está en el conocimiento, la educación que nos inculque la honestidad ante cualquier otra cosa.

            Las leyes han sido redactadas por los mismos humanos, con los mismos errores humanos, no siempre la justicia es justa y casi siempre depende de la interpretación de alguien que no sabemos si es capaz de impartir y repartirla adecuadamente.

            No parece sensato que alguien que acaba de apuñalar a su conyugue ochenta y cinco veces en un solo acto de violencia, tenga el derecho de decir que fue en defensa propia y que a la vez, según en qué casos, el propio Estado le proporciona un abogado para intentar reducir la pena que, si nos distraemos un poco, hasta es capaz de sacarlo inocente del lío.

            Creo que algo no va bien.

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