GUILLERMO ARES: ¿Iguales?
Si damos por bueno que todos los ciudadanos somos iguales ante la Ley, no parece coherente que exista una minoría demasiado amplia que disfrute de inmunidad cuando la mayoría no.
O somos todos iguales o no lo somos.
Durante los últimos años se trabaja por la justicia y la igualdad entre los humanos, los ciudadanos que forman una sociedad en diferentes puntos geográficos.
Cierto es que una parte de esa sociedad aún admite que sobre sus hombros haya una clase privilegiada inmune a ciertas conductas poco lícitas.
Cuando esas personas que gozan de inmunidad se saltan leyes sabiendo que nada se les podrá reprochar ni rendirán cuentas ante nadie, es una licencia para matar.
Así nos encontramos con muchos casos en los que actúan sin ningún reparo ya sea malversando fondos públicos que sólo es el dinero de todos, enriqueciéndose desmesuradamente y sin mérito (no dije emérito) y a saber cuántas oscuras trampas entre ellos mismos elaboradas.
Quienes ostentan el poder son guardianes de información que prefieren no airear por si salpica a sus propios intereses, eso llamado corporativismo que no es otra cosa que cubrir los trapos sucios de otros para que otros cuiden de los de uno.
Así las cosas, los cajones de miles de despachos están llenos de expedientes retirados de circulación, los inmunes viajan a sus anchas con salvoconducto inviolable por las autopistas que llevan a paraísos fiscales, por los hemiciclos y los lúgubres despachos internacionales de la inmunidad diplomática.
Lo peor es que la ciudadanía lo acepta como algo natural, lo de toda la vida, aunque sin saber muy bien qué hace, no deja de criticarlo.
Parece ridículo aceptar de buen grado que habiendo cometido hasta un delito serio, se salga impune porque “en aquella época estaba aforado”.
Reyes, presidentes, políticos, militares y poderosos en general de este planeta no son iguales a sus conciudadanos, al menos ante la Ley.