JUAN LEGAZ PALOMARES: Cambiar de color
Cambiar de color es una expresión que se ha usado desde muy antiguo. En mi juventud como no éramos tan instruidos en ciencias ocultas era más común pronunciar “cambiar de chaqueta”.
Siempre ha habido, hay y habrá cambios de chaqueta (porque, claro, tampoco es muy higiénico llevar siempre la misma chaqueta y también por decoro), pero corren unos tiempos muy primaverales en los que el estallido floral en multitud de colores de los árboles, arbustos, frutales y demás plantas que nos regala la naturaleza, nos ofrecen un colorido diverso, alegre, espectacular, que año tras año, nos deleita con una coloración que despierta el placer de los sentidos, y podemos disfrutar de la belleza de unos paisajes inigualables.
Pero amigos lectores, no me ha traído este comentario a relatarles la hermosura de la floración de la primavera (que sería maravilloso), sino la camaleónica y cambiante vida que nos brinda el panorama cada día que nos levantamos, que no deja de sorprendernos con noticias de colores variopintos que se dispersan por la piel de toro con una facilidad pasmosa.
Y, a este punto, quería referirme. A ese cambio de color que siempre nos ha intrigado, ese cambio de color repentino con el que nos asombra el camaleón.
Pues bien, desde tiempos remotos se cree que este cambio de la piel del camaleón es debido a una batería de pigmentos que contienen unas células especiales llamadas cromatóforos que están situadas en la parte externa de la piel, distribuidas en tres capas. La parte superior contiene los pigmentos rojos y amarillos. La capa intermedia aloja los pigmentos de color blanco y azul. Y la capa más profunda contiene pigmentos oscuros.
Los cromatóforos distribuyen los pigmentos en su interior de tal manera que se vean más o menos, según el ánimo del animal. Así utilizan su habilidad para exhibirse, además de cuando se sienten amenazados, cuando cortejan a una hembra o se enfrentan a un rival. En esas ocasiones, su piel luce dibujos únicos y de gran colorido.
Los camaleones también cambian de color para todo lo contrario, para ocultarse y pasar desapercibidos. En este caso los pigmentos se sitúan en el centro de las células y como resultado reflejan los colores del ambiente que les rodea.
Bueno, como no me quiero enredar con la bioquímica animal, me quedaré con la simpleza de la expresión: “cambiar de chaqueta”, porque me parece más castiza y popular. Y ustedes elijan la que quieran.
Aunque, también les aseguro que no está nada mal cambiar algo, siempre que redunde en beneficio de los ciudadanos.