La fidelidad
Todos buscamos la fidelidad, pero la fidelidad ha dejado de ser un valor por culpa de todos. Se busca la fidelidad en la pareja y parece que hoy todo el monte es orégano y está en decadencia. Antes la palabra de una persona era palabra de ley y su cumplimiento era casi una cuestión de honor. Pero hoy hemos devaluado este valor. Ya no nos fiamos de nadie. En mi fuero interno pienso: si esta persona que dio su palabra de estar con la otra hasta que la muerte los separara y ante testigos y ante el sacrosanto altar o ante el Código Civil que para el caso es lo mismo, y por lo que sea incumple su palabra y abandona a la que había jurado amor eterno por otra o por lo que sea... Si esta persona ha roto su palabra, ¿me merece credibilidad? A partir de ahí ya me crea desconfianza porque si ante una palabra dada, la persona reniega de esa palabra, puede en todas las ocasiones que se le presenten, en las que incluso no aparezca lo sagrado o el código civil, romper su palabra.
Hubo una persona que me dijo: voy a cambiarme de empresa porque hay otra empresa en la que me veo con más futuro y que las condiciones de trabajo son mejores. En esta estoy bien, pero en la otra creo que tendré más posibilidades. Acto seguido le dije: ¿Cómo es posible que si estás bien, te cambies de empresa? ¿Dónde está la fidelidad a la empresa que te está dando trabajo y te ayuda a mantener a la familia?. Su contestación fue la siguiente: Mira, el colectivo de trabajadores había pedido al empresario no trabajar los viernes por la tarde y que esas horas del viernes tarde se pasasen al resto de días incrementando el horario de trabajo cada día un poco. El empresario a la hora de establecer los horarios le dijo al que abogaba por sus compañeros y se lo proponía: ¡que se j...! Esa fue su contestación. ¿Es posible mantener la fidelidad a la empresa en esta situación? Pero también se ha de cuestionar al empresario que sabiendo que sus empleados le producen beneficios, no muestra fidelidad hacia ellos y procura la mejora de sus condiciones de vida.
Durante casi cincuenta años he sido fiel a las Cajas de Ahorros que nacieron con un fin social. En este caso la fidelidad se incrementa día a día puesto que no hay ni juramento, ni promesa, pero existe una confianza en que velarán por ti. Ahora su fin social ha sido sustituido por otros fines donde priman la búsqueda de beneficios para la directiva. Las Cajas se han convertido en bancos. Las Cajas nacieron con un espíritu social que no han mantenido y sus fundadores se preocuparon por los otros con un espíritu de ayuda, casi de caridad, y en su fuero interno promovían actividades que beneficiaran a los demás; pero cuando las Cajas olvidaron esa actitud y sus directivos se despreocuparon y buscaron su propio beneficio, dejaron de ser fieles. La fidelidad implica actuación voluntaria pero cuando se coloca a una persona al frente de una institución porque hay que darle un cargo por su trabajo en cualquier otra cosa o porque nos sentimos deudores a su persona (la colocación de los políticos con desconocimiento de su trabajo pero colocados porque han servido a un partido) el fin de esa fidelidad deja de ser el primero y esa fidelidad es sustituida por otra cosa, pero no por fidelidad hacia las ideas primeras de la institución en que se le coloca. Tampoco se compromete o da su palabra voluntaria y conscientemente para ser fiel a las ideas que tenía la institución, y es que la fidelidad se entiende entonces hacia el que lo colocó en ese puesto y a veces ni eso.
El día que rescindí mis cuentas con la Caja de Ahorros sufrí porque tras muchos años de relación, su actuación me había defraudado. Cuando rompí las libretas de ahorros, sentí el desgarro de mi fe hacia una institución que me había fallado profundamente. Los primeros que han faltado a la fidelidad hacia el cliente han sido los directivos. ¿Estaban obligados a mantener fidelidad en la defensa de una idea social y en el desinterés por su propio beneficio?