La lucha entre el poder y el pueblo
Recuerdo cuando a mis 20 años, allá por los 70, llevábamos bolsas de canicas de las grandes, como pelotas de pin-pon, en el maletero del coche o en una mochila si la cosa era a pie o en moto.
Por si nos encontrábamos con una manifestación, cosa que era más que probable en un país donde se llegó a decir que parecía un LP de 33 revoluciones por minuto.
Las canicas servían para tirarlas por la calle al paso de la policía montada a caballo o a pie, de modo que al pisarlas caballos y policías caían irremediablemente al suelo mientras los manifestantes corríamos para no ser pillados por balas de goma, bombas de gases lacrimógenos o la propia policía que seguramente repartirían más palos que consejos terminando con nuestros huesos en la cárcel.
Aquellas carreras no tenían más ideología que el pueblo contra el poder, en aquel entonces en manos de militares o civiles según la hora y el día.
Valga como referencia que una tardecita entré a un cine con un gobierno civil y al salir encontré los tanques en la calle y un nuevo gobierno militar.
Aquel pueblo estaba harto, cansado, deprimido, oprimido, pobre y sin más posibilidades que el pataleo callejero, adolescentes y abuelos, mujeres y hombres, personal de servicio doméstico y sus señores, todos unidos en cualquier manifestación, no importaba para qué, todas eran para lo mismo, luchar contra el poder ya fuese en manos de ineptos civiles o tiranos militares con sus dictados, todo era inútil.
Nuestra franja más ancha es la de quienes hoy tienen entre 28 y 45 años manteniendo un empleo más o menos estable.
Esa gente no tiene problemas, son quienes mantienen su economía medianamente equilibrada, no tienen razón alguna para salir a la calle a protestar, mucho menos si corren el riesgo de por ello perder su seguridad laboral.
Los más jóvenes no tienen formación ni educación cívica como para protestar con eficacia y los más mayores, eso, demasiado mayores para esos trotes.
Sin generalizar, hay unos pocos que emigran, otros hacen lo que pueden, son pocos y evidentemente... pueden poco.