Lo importante es que hablen... aunque sea bien
Siempre admiré la genialidad de algunos artistas que publican una viñeta diaria en algún periódico, la búsqueda del tema y desarrollarlo no es tarea fácil aunque sea como en este caso, una vez a la semana y sin dibujito ya que la mano nos salió boba para el Rotring.
Si buscamos en política, es más fácil, los impresentables que nos gobiernan llenan nuestras carpetas de disparates muy socorridos a la hora de ironizar con su incapacidad para gestionar a sus pueblos.
La cosa se complica si queremos dar una opinión optimista sin que sea aburrida para el lector habitual que espera de nosotros -al menos de mí- unas pocas líneas poniendo verde al sistema y sus operarios o en evidencia la falta de sentido común y de bajar a la calle en lugar de legislar desde el despacho firmando acuerdos y proyectos faltos de toda lógica, operatividad y utilidad.
Buscar un tema que no destape malos olores pero despierte interés se transforma en un desafío a lo cotidiano, casi una aventura hacia una meta inalcanzable.
Cierto es que no podemos pedir a nuestros jóvenes que disfruten de las bondades del conocimiento porque sus padres no se lo han inculcado, porque a su vez los padres de sus padres no lo han hecho con sus padres.
Recuerdo que en las primeras elecciones democráticas, los ciudadanos en edad de votar se sabían casi de memoria las listas de cada partido y por supuestísimo sabían nombre y apellidos de cada uno de los ministros, senadores y diputados con sus correspondientes carteras o comisiones.
Hagamos el ejercicio de preguntar, hoy, a cualquier ciudadano solamente el nombre y apellidos de un ministro cualquiera.
El resultado será, con toda seguridad, sorprendente.
Por eso, los chistes diarios en publicaciones son muy malos, mediocres, las noticias políticas son peores y para sus protagonistas no hay calificativo elegante que los soporte.
Habrá que hablar del tiempo, la política, la ignorancia, las faltas de ortografía, la desilusión, el hambre y la miseria ya no son más que una mala costumbre... las buenas, carecen de interés.