ÁNGEL SERRANO ZURITA/ La Reforma: la oportunidad perdida (*)

ÁNGEL SERRANO ZURITA/ La Reforma: la oportunidad perdida (*)
  20/11/2017

 

 

“Ésta es mi convicción, no puedo obrar de otra manera”. Dichas palabras sirvieron a Lutero para justificar el mantenerse firme y no retractarse ante los grandes poderes del Sacro Imperio que, en aquel momento, le exigían hacerlo, bajo la amenaza de la excomunión y la expulsión de los territorios romanos germánicos. Retractarse o no retractarse. Escoger la vía de la ética de la responsabilidad o la de la convicción. Esa era la cuestión y se mantuvo firme en la defensa de sus tesis, aceptando las consecuencias de su acción. Este dilema y la resolución del mismo sirvió a Max Weber, siglos después, para vestir la argumentación de La política como profesión.

            Quizás lo que Lutero y sus primeros seguidores no sabían de la cantidad de apoyos que cosecharían, pues su valentía abriría un abanico de oportunidades de desobediencia a Roma y al omnipotente emperador. El camino de la única verdad, impuesta por el Papado, se bifurcaba entre dos futuribles mundos: el de los negocios, el comercio y el progreso, a un lado, y el del medievalismo, la reacción y el estancamiento, al otro. De la mano de un desgastado Carlos –primero, para nosotros; quinto, para el resto- recorrimos el segundo, a sangre, sudor y fuego. Y así nos fue.

            Los que desde el catolicismo vieron con buenos ojos las posturas críticas que entonces nacían, como fue el caso de los jesuitas, que recogieron buena parte de los planteamientos de la reforma protestante, fueron repudiados y desterrados.

Con esos innobles modos y a través de la posterior Contrarreforma, nos establecimos como los defensores a ultranza de los excesos, malas prácticas y el “caradurismo” del poder eclesiástico que las 95 tesis del fraile agustino denunciaban. Escogimos una España regida por el analfabetismo, la ignorancia y una mentalidad atrasada. Un lastre del que, a día de hoy, aún no nos hemos podido deshacer.

Éramos titulares de los dominios donde nunca se ponía el astro rey. No nos podíamos permitir tan importante revolución, tal ruptura de los hasta entonces esquemas vigentes. Pero, finalmente, el esplendor del sol acabó por cegarnos y aún estamos pagando las consecuencias de no haber optado, en aquel momento, por la modernidad.

 

*Periodista.

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