Vivir en el extranjero
Quienes nunca han ido más allá de Benidorm, creen que irse al extranjero en busca de trabajo es una aventura vacacional en la que uno se lo pasa pipa viajando, conociendo nuevas culturas, playas o discotecas, que son los distintos modos de ver las vacaciones, según quien.
Vivir en el extranjero no es solamente un salario que no conseguíamos en nuestro país, ese salario hay que sufrirlo.
Muchos universitarios españoles, con título y algún master están fregando platos en restaurantes donde curiosa e irónicamente tal vez el Gran Chef sea otro español casi sin estudios que se preocupó por aprender la buena cocina mientras fregaba y hoy compite por una estrella Michelín.
Lamentablemente y por mucho que pese, quienes están menos preparados, aquellos que no llegaron a la universidad, sí lo están para buscarse la vida tanto en España como en el extranjero.
Tal vez haya que crear una asignatura "cómo buscarse la vida" que no es otra cosa que la capacidad de emprender antes que ser cómodo asalariado.
Una vez te instalas en el extranjero, has adquirido para siempre el título que generalmente se ocuparán de recordártelo posiblemente al menos una vez a la semana cuando no una vez al día, dependiendo de lo que te muevas.
Sabrás qué es ser diana de xenófobos, racistas y clasistas que apuntarán a la cabeza sin cortarse ni un pelo.
Hay de todo, pero lo que duele, duele más.
Vivir en el extranjero es echar de menos a tus costumbres, poner una sonrisa a las locales que puedan parecerte horribles, aceptar comportamientos absurdos porque en ese lugar está bien visto así, vivir casi siempre en dirección contraria intentando remar en la que toca.
Quienes viven en el extranjero son héroes nacionales que su país desterró por mil razones, porque nadie que esté a gusto en un lugar, decide irse a otro, a no ser que por vacaciones, para tomar otra dimensión de la vida, aunque muchos sólo midan las playas y discotecas.