El último guarnicionero de la Marina Alta

El último guarnicionero de la Marina Alta
  03/07/2021

La guarnicionería es el arte de trabajar diversos artículos de cuero o guarniciones para caballerías. Fabricación o arreglo de sillas de montar, mantas, albardas y aparejos, hebillas, enganches, bocados, cabezadas y todo aquello que tenga que ver con el mundo de los caballos. Se suelen utilizar materiales como el cuero, pieles y curtidos, tela, lona, hilos de colores y lanas gordas –denominadas estambre- con las que se elaboran las guarniciones o dibujos sobre las monturas o aparejos. Un oficio totalmente artesanal en una comarca con muchos carreters, aficionados al tiro y arrastre y a la hípica en general.

            El último guarnicionero de la Marina Alta –y único, según su testimonio- es Juan Carlos Ivars, de Xaló. Manos expertas pero jóvenes porque apenas tiene 20 años. El amor al caballo y el respeto por la tradición artesana le introdujeron en este mundo. También lo lleva en el ADN porque su bisabuelo, Juan El Pelat, fue un conocido tratante de mulas y machos. Su padre ha tenido siempre animales y él ha estado en contacto con ellos desde niño. “Comencé reparando mis propios aparejos pero, poco a poco, la gente me traía cosas para arreglar y ahora trabajo bastante”, comenta. Aprendió, y mucho, de Elena Ivars Ausina, una zapatera afincada en Benissa, por aquello de dominar el cuero, las pieles y demás productos. De hecho, ha hecho sociedad con ella para ampliar el taller artesanal. “Ella sabe mucho de cuero y de cómo trabajar el material y yo entiendo de caballos. Hemos hecho una mezcla para intentar servir al cliente lo mejor posible”, cuenta.

            El suyo es un trabajo que exige paciencia, tranquilidad y muchas horas de dedicación y de aprendizaje “porque hay que cuidar los detalles al máximo para que no haya fallos de ningún tipo”, asegura Ivars. Todo, desde cortar las piezas y coserlas hasta remacharlas y tachonarlas, se hace a mano, sin la intervención de máquina alguna. “Trato de buscar la perfección, por decirlo de alguna forma”, añade.

            Ser guarnicionero, en su caso, también tiene un tinte emocional “porque no me gusta que se pierda ningún oficio antiguo. Todo lo que es artesanal, me gusta y hay que conservarlo”, subraya Ivars. Por eso, aunque es pronto para pensar en ello, le gustaría que sus hijos y sus nietos continuaran su labor. Porque la tradición y la juventud pueden ir de la mano y él es un buen ejemplo.

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