¿Debo alarmarme si no voy al baño?
INÉS ROIG (*)
El estreñimiento es un problema crónico en muchos pacientes del mundo. En algunos casos constituye un inconveniente sanitario importante, llegando incluso a la cirugía, aunque en la mayoría provoca molestia pero no amenaza la vida ni debilita al individuo.
No es una enfermedad, es uno de los síntomas digestivos más frecuentes en la población. Los episodios aislados y de corta duración son habituales y no tienen transcendencia. Sólo se considera estreñimiento crónico a aquel que se mantiene en el tiempo entre tres meses y un año.
No hay una definición clara de estreñimiento, como tampoco una regla que indique la frecuencia de deposiciones “normal” y, por tanto, saludable. Hay personas que van regularmente al baño y se consideran estreñidas porque tienen que hacer mucho esfuerzo. El diagnóstico varía no sólo entre los pacientes, sino entre las diferentes culturas y religiones. Pese a la variedad de opiniones, los expertos coinciden en señalar aspectos comunes: menos de tres deposiciones a la semana, que frecuentemente las heces sean duras o las evacuaciones se realicen con dificultad, incompletas -no nos quedamos a gusto sino con sensación de taponamiento - o necesidad de ingerir laxantes.
El envejecimiento es un factor que aumenta el riesgo de estreñimiento junto a la inactividad, la depresión, los bajos ingresos y escaso nivel educativo -porque se lleva una peor dieta-, el sexo femenino -las mujeres indican una mayor incidencia de estreñimiento que los hombres- o la moderada ingesta calórica.
Quien sufre de estreñimiento puede enfrentarse a dolor, malestar, hemorroides y fisuras anales. Estos inconvenientes, a su vez, agravan el estreñimiento. Los esfuerzos intensos y repetidos en el tiempo pueden acabar produciendo daños en el suelo pélvico y, en algunos casos, se pueden producir lesiones en la mucosa intestinal. Sin embargo, la mayoría de pacientes estreñidos no padecerá complicaciones graves y será exclusivamente un problema de afectación de calidad de vida.
Cuando salimos de viaje y cambiamos nuestros hábitos, solemos sufrir estreñimiento. Probablemente influya el cambio de dieta, el sedentarismo -si estamos hablando de desplazamientos largos en avión o en coche- y hasta el estrés producido por los preparativos del itinerario. El ritmo suele volver a la normalidad al cabo de unos días de haber adquirido una nueva rutina. Si no es así o el agravamiento del estreñimiento es muy molesto, se puede recurrir a medidas puntuales “de rescate” como los laxantes.
El paciente con estreñimiento debe ser tratado de forma individualizada y conocer las medidas higiénico-dietéticas que le son más favorables. Pero la mayoría se automedica. Los supositorios y enemas siempre deben ser prescritos. Si se toman de forma indiscriminada y sin supervisión pueden producir diarreas, que nos llevan a perder agua y electrolitos por las heces. No hay que abusar de laxantes, como sen, aloe vera o cáscara sagrada. La ayuda farmacológica, no tiene sentido cuando la dieta es deficitaria en fibra o líquidos. El uso continuado de laxantes puede perpetuar el estreñimiento.
Hábitos que ayudan: En primer lugar, tómese su tiempo. Acuda al servicio a las mismas horas y aproveche el momento en el que el intestino tiene más movimiento, después de las comidas. El estreñimiento se puede resolver con la modificación de la dieta, la ingesta hídrica adecuada y la práctica de ejercicio físico de forma regular en gran parte de los casos. Lo recomendable es beber entre uno y dos litros de líquido al día y tomar alimentos de alto contenido en fibra. La actividad aeróbica es útil. Lo efectivo es tomar fruta y verdura por su alto contenido en fibra, abundantes líquidos (agua, caldos y zumos, pero no bebidas carbonatadas), estar activos y con trabajos que nos satisfagan en lugar de crearnos ansiedad.
(*) Farmacia Las Marinas.