El afecto: una necesidad primaria en el ser humano
Por Ana Isabel Garcia-Izquierdo Peribáñez
Gracias en gran medida a la contribución de dos investigadores: John Bowlby, célebre por sus aportes sobre el vínculo afectivo que se establece entre madres e hijos en la infancia (apego), y René Spitz, destacado por sus aportes sobre las consecuencias de las carencias afectivas tempranas en el desarrollo del niño; hoy en día sabemos que el afecto es una necesidad básica y fundamental en el ser humano, sin la cual un bebé no podría sobrevivir. Es por ello que estamos programados biológicamente para poder establecer vínculos afectivos con los demás desde el primer momento en que llegamos al mundo, con el objetivo de garantizar nuestra supervivencia, nuestro correcto desarrollo y nuestro bienestar físico y mental.
Si bien el afecto es una necesidad que está presente en el ser humano a lo largo de toda su vida, se debe prestar especial atención al cuidado afectivo que se le aporta al bebé en su primer año y medio de vida, ya que es en este periodo cuando el vínculo afectivo con su figura principal de apego se establece.
La carencia afectiva hace referencia a la ausencia o insuficiencia de los cuidados afectivos que resultan esenciales para el desarrollo y equilibrio afectivo del bebé, dando lugar a retrasos en el desarrollo psicomotor del mismo, alteraciones de tipo emocional, somático y del comportamiento. Puede tener lugar por diversos motivos, como una insuficiencia afectiva debido a la ausencia de la figura materna y de un sustituto materno, por una discontinuidad en los cuidados afectivos aportados al bebé debido a constantes separaciones con la madre, y porque al bebé se le aporten los cuidados afectivos de forma inadecuada. En cualquiera de estas situaciones, al bebé le resulta imposible establecer un vínculo afectivo con una figura de apego. Muchas personas pueden sentir que no han sido lo suficientemente amadas por sus progenitores o que estos no les han sabido mostrar su afecto de la forma en la que lo necesitaban, lo cual habrá determinado la calidad del vínculo afectivo y podría generar malestar psicológico o dificultades a la hora de establecer relaciones íntimas en la edad adulta. No obstante, esto no constituye una carencia afectiva en un sentido patológico.
Un bebé que es privado del amor de su madre o de un sustituto materno corre un riesgo elevado de caer gravemente enfermo, en especial cuando la separación es repentina y ocurre entre los 6 y los 12 meses de vida. Los efectos de esta ausencia pueden ir desde una depresión (apatía, rechazo del alimento, insomnio, retrasos en el desarrollo psicomotor, etc.) que puede ser reversible en el caso de que el bebé y la madre no tarden mucho en reencontrarse, hasta graves alteraciones físicas y psicológicas o incluso la muerte, en el caso de que la separación sea prolongada o el rencuentro no se produzca. Esto lo abordaré con mayor detalle en mi próximo artículo.
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¡Hasta mi próximo artículo!