El autocontrol
Verónica Monsonís (*)
La mayoría de las personas se habrán oído decir a sí mismos muchas veces cosas como: “realmente debería empezar a hacer ejercicio; ojalá no fuese tan perezoso”, “no puedo resistirme a comerme un postre extra; no tengo fuerza de voluntad”, o cosas como “aún tengo que acabar el trabajo de literatura para mañana y tengo que estudiar para el examen del viernes, ¿qué hago en este bar cuando debería estar estudiando?”. Mucha gente atribuye sus problemas a la falta de voluntad. Probablemente se piensa de esta forma porque los demás están siempre diciendo cosas como “si tuvieses más fuerza de voluntad podrías abandonar ese vicio”, o “si tuvieses más fuerza de voluntad podrías mejorar tus hábitos”. La mayoría de nosotros hemos oído estos consejos muchas veces. Desgraciadamente, no sirve de mucha ayuda, ya que la persona que nos lo dice se olvida decirnos cómo podemos desarrollar una mayor fuerza de voluntad.
Un tipo de problemas de autocontrol tienen que ver con la necesidad de aprender a disminuir ciertas conductas excesivas que son inmediatamente gratificantes para nosotros. Como ejemplos podemos ver el comer en exceso, beber mucho café, ver la televisión y fumar demasiado. Todos estos excesos conductuales conducen a reforzadores inmediatos: el buen sabor de la comida, el placer de un cigarrillo, etc., pero no nos dejan ver los efectos negativos a largo plazo.
Un segundo tipo de problemas de autocontrol tiene que ver con las conductas que necesitan aumentarse. Como ejemplos tenemos realizar las tareas domésticas, estudiar, hacer ejercicio físico regularmente, limpiarse los dientes, etc. Muchas personas fracasan a la hora de seguir costumbres saludables porque hacerlo conduce a pequeños estímulos que para nosotros no son gratificantes. Por ejemplo, una primera sesión de ejercicio puede ser bastante desagradable, ya que poco después podemos notar agujetas o cansancio. Y aunque realizar esta sesión de ejercicio puede tener beneficios inmediatos como mejorar la circulación de la sangre, tales consecuencias son demasiado pequeñas como para darnos cuenta de ellas. Es más, es la realización de ejercicio una y otra vez, la que puede notarse a largo plazo y no de manera inmediata.
Las técnicas de autocontrol emocional nos permiten controlar nuestro comportamiento y nuestras emociones, y no que estas nos controlen a nosotros, sacándonos la posibilidad de elegir lo que queremos sentir y hacer en cada momento de nuestras vidas.