El Bar Llaurador de Pedreguer recibe uno de los diez Premios Cacau d’Or

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  05/12/2021

 

Daniel Puig y Alexandra Díaz poco imaginaban que el nombre de su negocio sonaría tanto, y en tan poco tiempo, en la prensa. El Bar Llaurador de Pedreguer, que abrió apenas 15 días antes de que estallase la pandemia, ha sido uno de los diez establecimientos hosteleros incluidos en la lista de los Premios Cacau d’Or 2021, donde figuran los mejores templos del almuerzo de la Comunitat Valenciana. El premio no solo reconoce el trabajo por mantener una tradición sino también el esfuerzo de poner en valor la cocina local y por abastecerse de productos de proximidad. En este caso, también por ofrecer la posibilidad de almorzar de forma distinta cada día del año. Y si no, miren su recetario de cocas y guisos para hacerse una idea.

La defensa del producto local es una de las máximas de Daniel Puig en la cocina. “Primero compramos a un máximo de 50 kilómetros y si no puede ser, ampliamos el radio”, explica de esta manera tan gráfica. Porque buena parte del éxito está en el producto. Pero también, claro está, en la cocina. En el Llaurador se elabora “cocina de aquí pero reinventada”. Como ejemplo, las cocas, que se cambian todos los días. Ha introducido algunos cambios en la masa y haciendo gala de los conocimientos que le ha permitido haber estado 17años dando vueltas por el mundo “y aprendiendo de todas partes”, como dice, se atreve con ingredientes y combinaciones a veces inimaginables. 

Cocinero de profesión -se formó en El Cortijo en Dénia- ha sido pizzero y arrocero. Puig ha llevado un restaurante en Hungría y ha trabajado en la cocina de Julio Vargas en Sagra, entre otras cosas. Asegura que quienes son de almuerzo diario no son reacios a las novedades ni a eso de “dar un toque” a la cocina de si, “todo lo contrario”. Es lo que hace con sus guisos, con maceraciones a baja temperatura, cocción japonesa y otras técnicas aplicadas a platos de toda la vida y en los que se atreve con ingredientes nuevos. No hace mucho, preparó 23 guisos de cuchara distintos el mismo día. Casi nada.

Tal vez sea el bagaje que te da haber corrido mucho mundo o algo innato en él, pero a Daniel Puig no se le cayó el mundo encima cuando estalló la crisis sanitaria –“acabábamos de coger el traspaso”, recuerda- y precisamente también por ello le han concedido uno de los Premios Cacau d’Or de este año como ejemplo de resistencia. En su local, “un bar de pueblo con mesas antiguas donde perfectamente puedes venir en chándal”, dice él, se sirve el típico plato de aceitunas y salmuera para acompañar el almuerzo. Pero a lo mejor lleva unas ramitas de fenoll marí o pepinillos, ese toque que lo hace distinto y que gusta a los paladares los almuerzo-adictos. Las cosas han cambiado y también el perfil de quien almuerza en el bar. “Almorzar está de moda y tenemos almuerzo para rato porque ahora almuerza todo el mundo”, explica. “Si cuando acaban arreglan el mundo”, añade, “es señal de que han almorzado bien”.

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