El precio del dopaje

  30/08/2013

??INÉS ROIG (*)

Los deportistas que se dopan intentan coger un atajo hacia la gloria. Una apuesta al todo o nada. Si les sale bien: la gloria. Si les sale mal: el rechazo de sus compañeros, el estigma social y, a veces, la cárcel.
Algunos deportistas consumen sustancias prohibidas para mejorar su rendimiento. Se dopan, hacen trampas, engañan. Esteroides para aumentar la masa muscular y la fuerza, estimulantes para reducir la sensación de cansancio, narcóticos para aliviar el dolor... Consiguen, gracias a la química, lo que no logran gracias al entrenamiento.
Aparte de inflar artificialmente los músculos, el dopaje también infla la autoestima y la confianza en uno mismo. No solo se busca el efecto físico. Los deportistas buscan sentirse más seguros, controlar la ansiedad de la competición, ganar en concentración... El dopaje les da una sensación de falsa seguridad.
En los últimos años, ha habido numerosos escándalos de dopaje. Sobre todo en deportes como ciclismo o atletismo. Los científicos y las agencias que persiguen el dopaje siempre están un paso por detrás de los que inventan nuevas trampas. Es un negocio muy lucrativo. El tráfico de sustancias donantes mueve unos 15.000 millones de euros al año.
Los deportistas se dopan para mejorar su rendimiento. Pero si hurgamos en sus motivaciones para hacer trampas ¿qué encontramos? La motivación más obvia es el deseo de éxito. El deportista ganador se puede convertir en un líder social, en un referente para muchas personas. Pero hay beneficios mucho más prosaicos. El número uno es el que se lleva el premio gordo de los patrocinadores o los ingresos por publicidad.
Pero no todos sucumben. Muchos aceptan sus límites o logran la victoria gracias a sus condiciones y al trabajo. Muchos se sienten omnipotentes y creen que no les pasará nada por doparse. Un grupo de riesgo son los deportistas jóvenes que están a punto de dar el salto al deporte profesional. Algunos deportistas jóvenes quizás no son conscientes de las consecuencias del dopaje. Además, muchos de ellos se entrenan y compiten lejos de sus familias, lo que los hace mucho más influenciables.
El miedo a bajarse de la élite es lo que lleva a algunos deportistas a doparse. Aquellos que han logrado el éxito, que han conseguido un muy buen nivel, pero que inician su declive. Su vida, su identidad, sus ingresos... dependen de estar en la élite. Y no quieren renunciar a todo eso.
Gracias al dopaje consiguen arañar ese segundo que se les resiste o saltar ese centrípeto que parece un muro infranqueable.
Algunos nunca serán descubiertos. Otros serán desenmascarados, serán sancionados y no podrán competir, sufrirán el rechazo de compañeros y de la sociedad. Pero ¿hay vida después del dopaje? Es complicado porque sufren un rechazo social importante
Asimismo, el dopaje puede tener consecuencias físicas muy graves. Por ejemplo, el dopaje sanguíneo permite elevar el nivel de hematocrito en sangre, lo que facilita el transporte de oxígeno en sangre y mejora la resistencia y la recuperación tras el esfuerzo. Pero la sangre es más viscosa y aumenta el riesgo de trombosis.
El dopaje no es únicamente una trampa, es un problema de salud.
El problema del dopaje no solo afecta a los deportistas que se dopan. La inmensa mayoría de los deportistas no se dopan. Pero la sospecha de que, en algunos deportes, el dopaje es la norma perjudica a los deportistas que juegan limpio. Y eso es muy injusto. No hace falta doparse para ser el mejor o para competir al máximo nivel.
Pero, ¿cómo demuestras que no te has dopado?

(*) Farmacéutica

 

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