Hipotiroidismo y embarazo
MARIANO MARTÍN-LOECHES DE LA LASTRA (*)
El hipotiroidismo es un cuadro caracterizado por una disminución en la producción de la hormona tiroidea (tiroxina) segregada por la glándula tiroides. Esta disminución se debe a una carencia en la ingestión de yodo, que generalmente proviene del agua que bebemos, o bien a una falta de capacidad de la glándula tiroides para aprovechar el yodo de la alimentación. Aproximadamente 1 de cada 100 mujeres en edad fértil tiene hipotiroidismo y el riesgo de desarrollarlo aumenta con la edad.
Un embarazo en una mujer hipotiroidea que está siguiendo su tratamiento de forma ordenada y correcta no supone ningún problema. Habrá probablemente que subir un poco la dosis porque en el embarazo hay un mayor requerimiento de tiroxina. El problema surge en el embarazo en una mujer que desconoce que es hipotiroidea. Puede ser también la causa de infertilidad, porque inhibe la producción de óvulos; producir irregularidades en el ciclo menstrual; aumentar la prolactina que puede impedir la ovulación; las mujeres embarazadas con hipotiroidismo tienen un riesgo de aborto espontáneo unas cuatro veces mayor de lo normal. Las embarazadas hipotiroideas sin tratamiento están en peligro de desarrollar hipertensión o de tener un parto prematuro; los bebés de madres hipotiroideas sin tratamiento pueden no alcanzar un desarrollo intelectual completo.
Los síntomas del hipotiroidismo generalmente son difíciles de percibir, son graduales y pueden confundirse con síntomas de depresión. Expresiones faciales de aburrimiento, voz ronca o áspera, lentitud al hablar, párpados caídos, cara hinchada y abultada, aumento de peso, estreñimiento, pelo y piel secas, pulso lento, calambres musculares, confusión y aumento del flujo menstrual en mujeres.
Durante el embarazo se exige al tiroides un sobreesfuerzo que puede ser de hasta un 50 %, por lo que esta justificado realizar un estudio sistemático de todas las mujeres embarazadas. Un tiroides que se encuentra en condiciones deficitarias y va a ser sometido a una mayor demanda de hormonas, va a acelerar su deterioro. Lo ideal es que toda mujer controlara su estado de tiroides antes de quedar embarazada, sobre todo si se ha padecido la enfermedad con anterioridad, si hay antecedentes familiares o bien si se presentan los síntomas característicos. El estudio para detectar hipotiroidismo incluye un análisis de sangre para medir los niveles de la hormona tiroidea (tiroxina, o T4) y del TSH sérico (hormona estimulante de la tiroides).
Muchos síntomas del hipotiroidismo pueden pasar desapercibidos debido a los propios síntomas del embarazo, como el cansancio, aumento de peso y menstruación anormal. Por esta razón puede no detectarse y no recibir el tratamiento adecuado.
El hipotiroidismo se trata mediante terapia de reemplazo con hormona tiroidea exógena (T4). La dosis que se administrará se establece en relación a los niveles de las hormonas tiroideas. Si en el embarazo aumenta la demanda de tiroxina en un 50 %, lógicamente habrá que aumentar suavemente y de forma progresiva la dosis de mantenimiento. Esta labor es competencia del endocrinólogo que estaba llevando a la paciente. Después el parto la dosis puede reducirse a su nivel habitual de compensación.
La lactancia es la opción más sana para alimentar al bebé. Las madres continúan tomando la medicación de la tiroides y comprobando sus niveles de la hormona tiroides de la sangre mientras dan de lactar. Tan pronto como nacen, a todos los bebés se les hacen pruebas para el hipotiroidismo.