Historias de mis libros (XIII) Numa Pompilio (1)

  07/07/2014

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Tras la decepción de mi novela Bartolomé Vives, pensé que no hay una sin dos ni dos sin tres y comencé a escribir otra novela 'histórica o historia novelada' sobre un personaje del que me intrigó el hecho de que fuese el que cambió, setecientos años antes de Cristo o de nuestra era, el calendario y que su intervención aun hoy la disfrutamos aunque haya tenido leves modificaciones.

Lo primero que hice fue documentarme sobre este personaje que es el segundo rey de Roma de la lista de aquellos primeros siete reyes romanos sobre los que se asentó la Historia de Roma. El hecho de profundizar algo para conocer un poco de su vida me hizo considerarlo digno de que sobre su figura se hiciera mi novela. De su vida, señalaré dos o tres cosas a destacar.

De los siete primeros reyes de Roma fue el único que murió en la cama y de viejo y fue el que introdujo los meses de enero y febrero como primeros meses del año. Pero el hecho que más me sedujo fue su papel en la formación de Roma, un papel que casi viene configurado cuando se desea hacer un imperio: el primer gobernante acota el territorio, el segundo marca las leyes por las que regular la vida de los asentados y el tercero, establece ya unas bases solidas para continuarlo mediante la formación de una milicia que defienda ese territorio. Pues bien, Numa Pompilio, el segundo rey de Roma, es el que introduce la religión romana entre los primeros que poblaron las primeras colinas de Roma y junto a la religión alguna legislación que regulara la vida de aquellos primeros latinos (del Lacio). Son tres cosas interesantes, pero aun hubo una cuarta nota que me gustó y es la de que realizaba salidas nocturnas para encontrarse en los bosques del Lacio con una Ninfa con la que hablaba y que le daba sugerencias para el gobierno de la ciudad que al día siguiente, al llegar a su casa, ponía en marcha, pero con la que también podría mantener algún escarceo amoroso, al menos en mi novela, a la luz de la luna romana, en la humedad de la gruta en que se encontraban, a la sombra de la frondosa vegetación o nadando entre las pequeñas lagunas que por allí proliferaban, mientras los habitantes del Lacio y los sabinos dormitaban en sus cabañas.

Cada atardecer, Numa, que era sabino (recordar el rapto de las sabinas), salía con sus preocupaciones motivadas por el quehacer diario y por los problemas del gobierno de la cives, y llegaba a hasta donde estaba Egeria, la ninfa, en quien descansaba su espíritu y también su cuerpo. Ella le escuchaba y le aconsejaba o sugería líneas de acción para resolver los pequeños problemas que cada día le comentaba. Luego se quedaba adormilado entre sus brazos hasta que el astro rey hacía su aparición y sus rayos se introducían entre las hojas de la frondosa vegetación que por la noche los había tenido ocultos y deslumbraba sus ojos. Entonces, Numa, antes de que nadie de la ciudad se hubiera levantado, entraba por la puerta de la incipiente ciudad de Roma, caminando y se dirigía a su casa desde la que salían las órdenes que aquella noche había concebido en los brazos o por los consejos de Egeria. Una de esas disposiciones que marcó historia fue la modificación del calendario apareciendo los mese de enero y febrero y postergando los meses de septiembre, (séptimo), octubre (octavo), noviembre (noveno) y diciembre (décimo) a dos lugares después, al final del calendario.

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