Juguetes Cayro: “No puedes hacer un juego para aprender y que sea un tostón”
R. RIBES FORNÉS
Jugar es cosa de niños y de no tan niños. Y en Juguetes Cayro saben mucho de eso. Su ‘máquina de hacer juegos’ no para porque, como ellos dicen, “jugar no tiene edad” y, además, “si juegas desde pequeño, funcionas mejor en la vida, porque jugar es vital”. Al menos eso cree Rosario Carrió, la gerente de una empresa con casi 70 años de historia -67 para ser exactos-, que ha capeado temporales y que se ha posicionado en el mercado junto a los más grandes. Es la única fábrica de juguetes que queda en Dénia -donde la industria juguetera arrancó casi al mismo tiempo que la de Ibi- y exporta a más de 40 países repartidos por todo el mundo.
El de Juguetes Cayro es un compromiso con el pasado desde el presente pero también con miras al futuro. La empresa ha hecho una apuesta importante por el medio ambiente que se plasma no solo en la fabricación de sus productos sino también en su contenido. Sin ir más lejos, la Asociación Española de Fabricantes de Juguetes (AEFJ) ha elegido el Rubbish Race, un juego para aprender a reciclar, como Mejor Juguete 2021 para un Mundo Sostenible, categoría en la que otra de sus creaciones (Ant-Tomic) ha quedado finalista. El palmarés para despedir el año se completa con el premio al Mejor Juego para el Mole. Ello les permite encarar el 2022 con la ilusión de seguir ‘pariendo’ juguetes –porque la mayoría de sus juegos son de creación propia- y con el propósito de incrementar la producción en fábrica y reducir la fabricación en el extranjero. Aunque nunca han dejado de fabricar en Dénia, la mayor parte de la producción se hace en China, algo que en opinión de Rosario Carrió, va camino del cambio. En Dénia se fabrica un 20% del producto de Cayro y el propósito es que en un plazo de 2 o 3 años ese porcentaje se incremente notablemente. “Hasta ahora tenías que ir a China para ser competitivo”, dice la gerente de la empresa, “pero las circunstancias están demostrando que no hace falta”. “La materia prima ha subido aquí y en cualquier parte y el transporte se ha encarecido muchísimo”, explica. No hay más que mirar los titulares de los periódicos de estos últimos días sobre los problemas de abastecimiento y el aumento de los precios del transporte para entenderlo. “En esas circunstancias”, añade Carrió, “y solo por la diferencia de precio en los portes, “podemos volver a hacer muchas cosas aquí, y eso nos beneficia a todos”. Entre otras cosas, claro está, porque eso genera más puestos de trabajo y más riqueza.
Que la pandemia ha cambiado muchas cosas es cada vez más evidente. También las formas de hacer negocio. Entre el 35 y el 40% de la facturación de Juguetes Cayro procede de la exportación. La empresa tiene una exposición permanente en Hong Kong -“porque ahí va todo el mundo y hay que estar”- y ocurren cosas tan absurdas como que venda sus productos a compradores de Valencia vía Hong Kong. La crisis sanitaria ha abierto nuevos formatos de venta -como las videoconferencias- que parecen haber llegado para quedarse, “no hace falta ir tan lejos”, precisa Rosario Carrió, “y además contribuiríamos también a potenciar la economía circular”. Como ella dice, viajar a China supone muchas horas de vuelo y un gastro elevado de combustible. Una razón más para estar convencidos de que “es el momento de replantearnos muchas cosas”.
El compromiso de Cayro con el planeta se plasma en otro proyecto: el sello indicativo para aquellos juguetes “que ya no pueden ser más sostenibles”. Sin plásticos, con fichas de maderas procedentes de bosques repoblados, papel, cartón… “todos materiales que se puedan reciclar cuando el juego ya no sirva”. Fue otra de las cosas que les dejó la pandemia, el convencimiento de que si no se apuesta por el medio ambiente “nos cargamos el mundo”.
DIVERTIDO Y EDUCATIVO
La tercera generación de Juguetes Cayro tiene clara otra cosa: “todos los juguetes que creamos tienen que tener un componente educativo y ser divertidos; a partir de ahí, puedes incorporar cualquier cosa”. “No puedes hacer un juego para aprender y que sea un tostón porque los niños no lo quieren, y ha de ser dinámico”, afirma Carrió. Las ideas salen normalmente de una puesta en común en grupo (brainstorming), tras la que se diseña la dinámica del juego y se envía a un experto que hace las pruebas, de las que puede derivar algún cambio. En otros casos, se apuesta por algún creador de juegos. “En este mundo se da mucho valor a quien inventa y a quien diseña la caja y el contenido”, aclara, “y por eso en nuestros juegos siempre figura el nombre de los dos”.
Rosario Carrió está convencida de que los juegos pueden convivir con las consolas y las nuevas tecnologías. Recuerda que “cuando llegaron pensamos que todo se iría al traste, pero se ha demostrado que pueden convivir”. De nuevo la pandemia ha servido para evidenciar a importancia del juego en familia: “las familias han estado más tiempo en casa y se han dado cuenta de que se divierten todos juntos”.
Los juegos de mesa han experimentado una importante remontada, aunque no siempre se sale de las crisis del mismo modo. La última empresa juguetera de Dénia ha capeado muchas y lo ha hecho “con mucho esfuerzo y teniendo claro a dónde vas”. “Y eso”, afirma a gerente de Cayro, “es difícil en tiempos de crisis”.
Herederos de aquella empresa que su abuelo y su socio crearon en 1954 con el fin de producir piezas para otros fabricantes de juguetes y que poco a poco fue fabricando los suyos propios, encarrilaron toda su producción hacia los juegos en los años 70 del siglo pasado. Con “pena y mucha lástima” por la desaparición de una industria que paseó el nombre de Dénia por el mundo, Juguetes Cayro ve en la cuarta generación la continuidad del oficio.