Las mujeres son más frioleras y hay una explicación científica

Las mujeres son más frioleras y hay una explicación científica
  12/03/2018

INÉS ROIG (*)

 

No hay batalla más encarnizada entre los sexos que la que provoca el termómetro, siempre más bajo para las mujeres. Las mujeres están mejor preparadas para afrontar las temperaturas extremas y precisamente por ello son más frioleras.

            Cuando nuestro cuerpo está en un ambiente frío se cierran los vasos sanguíneos de la piel para impedir que se pierda calor. Ese proceso es más rápido en las mujeres. En los hombres, la sangre sigue fluyendo por la dermis, que es la que proporciona las sensaciones térmicas, de modo que perciben menos el frío a costa de malgastar sus calorías. Por eso generalmente ellos terminan tiritando antes que ellas. Lo curioso de este proceso es que la mujer, enfriando su propia piel mediante procesos biológicos activos, se defiende del frío extremo, pues crea con ello una especie de coraza sobre su cuerpo, a lo que también ayuda su mayor capa de grasa subcutánea. Con esta coraza pierde menos calor, conservando así más calor en su cuerpo.

            La sangre, por tanto, se queda donde se tiene que quedar: dando calor a los órganos vitales para proteger su funcionamiento. Es un sistema muy eficaz, pero tiene el pequeño inconveniente de que disminuye la circulación sanguínea en las extremidades, lo que explica que muchas mujeres conviertan sus pies en gélidas amenazas para sus compañeros de cama. Cuando el entorno es cálido, la reacción biológica femenina de nuevo es más eficiente: tardan más en comenzar a sudar, por lo que el cerebro recibe antes la sensación de calor y ordena dilatarse a los vasos sanguíneos de la dermis para que la sangre circule en abundancia por ellos.

            De esa forma, la piel alcanza una mayor temperatura que el ambiente exterior, lo que provoca que pierda calor. La vasodilatación es un mecanismo más útil que la sudoración cuando el individuo no realiza ejercicio. El sudor enfría el cuerpo pero con él se pierde agua y electrolitos, por tanto hay necesidad de beber más y se corre más riesgo de deshidratación. Considerando que nuestra vida ahora es sobre todo sedentaria, la evolución fisiológica femenina ha logrado una mejor adaptación al cambio. O dicho de otra manera, han aprendido a cuidar mejor de ellas mismas, lo que explica que su esperanza de vida sea mayor que la de los calurosos y sudorosos machos.

            Consejos para llevar una dieta sana contra el frío:

            Comenzar el día con un café o un té. Estas bebidas calientes activan el metabolismo.

            Aumentar las raciones de fruta.

            Cebolla, ajo y jengibre: Sus efectos antibióticos, antioxidantes y antiinflamatorios ayudan a reforzar las defensas, disminuyendo así el riesgo de pillar un resfriado. Lo mismo ocurre con el comino, el tomillo y la pimienta, tres condimentos perfectos gracias a sus propiedades antigripales.

            No abusar de legumbres ni de hidratos de carbono. Aunque son imprescindibles para una alimentación equilibrada y suministran energía rápidamente, lo aconsejable es limitar su consumo a una par de veces por semana.

            Recurrir a los ansiolíticos naturales: El chocolate negro es muy útil a la hora de plantar cara a los días más cortos, en los que disfrutamos de menos horas de luz solar.

            Cuidado con las grasas, lo recomendable es dar prioridad a las grasas saludables y omega-3, que se encuentran sobre todo en el pescado azul, como sardinas, lubina o besugo.

 

(*) Farmacia Las Marinas.

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