Martina Beretta, estudiante italiana: "El coronavirus literalmente ha cambiado nuestras vidas”
“Nuestro país, como el mundo entero, está completamente de rodillas, golpeado por una crisis mucho peor que la que estalló en 2008”
“Si antes había la esperanza de que ‘todo saldrá bien’, ahora la gente está desilusionada y ha perdido la esperanza en el futuro porque ve que todo va empeorando”
CANFALI MARINA ALTA publicaba en estas mismas páginas el 21 de marzo pasado el testimonio de Martina Beretta, una estudiante italiana que estuvo en Dénia hace dos años y realizó prácticas con nosotros. En su artículo, desde Milán, nos relataba cómo se detuvo el mundo a principios de marzo en su país y cómo de desgarradora estaba siendo la experiencia que ella estaba viviendo. Hoy Martina vuelve a escribir para hablar de cómo de difícil está siendo alcanzar esa ansiada normalidad, de desilusión, de graves consecuencias económicas, pero también de mirar hacia el futuro con respeto a las reglas y sin caer en la obsesión.
“Han pasado seis meses desde que terminó el lockdown en Italia, tal como podemos declarar el fin de la cuarentena, no se puede decir lo mismo del coronavirus, que lamentablemente sigue siendo una amenaza para la salud de muchas personas.
El coronavirus literalmente ha cambiado nuestras vidas.
Desde el principio, se buscó la vuelta a la normalidad, aunque seguimos sin poder hablar de normalidad.
Las reacciones a la liberación fueron de diferente índole: hubo personas, sobre todo jóvenes, que se comportaron como si nada hubiera pasado y sin pensar en todos los que fueron víctimas de este virus; otras personas, en cambio, tuvieron la reacción opuesta y se quedaron en casa; otros se han remangado para salvar sus puestos de trabajo; los chicos no volvieron a la escuela y no tuvieron la posibilidad de vivir juntos el último día de Secundaria.
Poco a poco nos acostumbramos a un nuevo estilo de vida y lo que antes no era ni siquiera imaginable, se ha vuelto habitual.
Con la llegada del verano los casos parecían disminuir cada vez más y esto llevó a una relajación de las restricciones: se quitó la obligación de la mascarilla afuera, se abrieron las discotecas e incluso se hicieron los vuelos afuera permisos. La combinación de todos estos factores y la irresponsabilidad de mucha gente provocó un aumento de casos en agosto y el consecuente endurecimiento de las restricciones; restricciones que también incluían la obligación de realizar un test PCR al regresar de países extranjeros y la obligación de cumplir la cuarentena para pacientes positivos.
Esta situación se ha manejado muy bien a pesar de las innumerables dificultades: el gobierno siempre ha mantenido bajo control el aumento de infecciones, también por el aumento de pruebas PCR realizadas, y ha decidido imponer el aislamiento por zonas individuales y no de toda la nación, pensando sobre todo en el bienestar económico y social de Italia. A día de hoy se puede decir que hay un número elevado de casos, pero se reducen el número de muertes, los hospitales no están colapsados de pacientes y los médicos saben moverse mucho mejor porque conocen el problema y son capaces de manejarlo la mayor parte del tiempo.
Fue un verano extraño y sin duda por encima de todas las expectativas: si me hubieran dicho en abril que podría ir de vacaciones a Sicilia, nunca lo hubiera creído. Lo único positivo es que este año la mayoría de los italianos se quedaron en Italia para pasar las vacaciones y muchos descubrieron bellezas de nuestro país que desconocían.
Septiembre fue un espejismo, el mes que todos esperaban, el mes del nuevo comienzo y así fue: en septiembre los alumnos volvieron a la escuela, respetando obviamente todas las reglas impuestas por el gobierno. Se ha hecho todo lo posible para garantizar la seguridad total de los alumnos, profesores y personal de la escuela y, hasta ahora, las estadísticas muestran que todo va bien.
No se puede decir lo mismo de la universidad: la mayoría de los cursos universitarios se realizan en remoto y solo unos pocos profesores asumen la responsabilidad de enseñar en el aula, debido a la gran cantidad de estudiantes matriculados en cada curso.
Los jóvenes, incluyendo a mí misma, estamos sufriendo bastante durante este periodo, ya que la socialización es muy limitada y algunos se niegan a respetar las reglas para poder divertirse, crean discusiones; la excusa que usan es que el coronavirus no les hace nada a los niños, pero no se dan cuenta que al comportarse de manera tan egoísta también ponen en riesgo a sus padres, abuelos, amigos.
En lo que a la economía se refiere, nuestro país, como el mundo entero, está completamente de rodillas, golpeado por una crisis mucho peor que la que estalló en 2008. Hay millones de personas que han perdido su trabajo y no saben cómo mantener a sus familias. Miles de empresas, pequeñas y no, que han tenido que cerrar, emprendedores que día a día intentan luchar lo máximo posible para mantenerse en pie, para poder pagar a sus empleados. Muchas empresas se han resistido al encierro y continúan incluso ahora sobre todo gracias al smartworking, una nueva forma de trabajar que ha llevado al cierre de muchos bares y restaurantes que ganaban casi exclusivamente gracias a la hora del almuerzo. El bajísimo porcentaje de turistas en los últimos meses solo empeora la situación. El estado busca constantemente oportunidades para ayudar a los trabajadores italianos, pero obviamente se debe anteponer la salud de los ciudadanos, aunque esto signifique cerrar actividades de ocio nocturno o reducir la jornada laboral a actividades que generen aglomeraciones.
Y eso es lo que está pasando ahora mismo.
Ahora que vamos hacia el invierno, tendremos que quedarnos en lugares cerrados y tendremos que prestar aún más atención y respeto por las reglas y si el individuo no lo piensa, entonces los que nos gobiernan deben hacerlo.
Todos los días te despiertas deseando que todo esto fuera solo un mal sueño, pero luego te das cuenta de que ni siquiera en la peor de las pesadillas habría sucedido algo así.
Lo más triste es que si antes había la esperanza de que "todo saldrá bien" ahora la gente está desilusionada y ha perdido la esperanza en el futuro porque ve que todo va empeorando. Vivimos con el miedo constante de estar encerrados y perder a alguien querido o de ponernos enfermos. Ahora si alguien tiene tos o una simple gripe debido a un resfriado, se lo trata como infectado y aislado, incluso si no es víctima de coronavirus. Esto no es posible porque estamos atravesando un período en el que es normal enfermarse por el cambio de temperatura y por tanto no se puede tener la fobia de que todo síntoma de gripe sea síntoma de Covid.
Se debe tener mucho cuidado, tratar de prevenir cualquier tipo de enfermedad y protegerte a ti mismo y a los demás, pero sin obsesionarse demasiado porque si no, vives aún peor que ahora”.